Testimonios de Pacientes.Extraídos del libro La Dieta de Alicia Crocco.

 

 

 

 

 

 

 

Alba Cristina Suero de Croce. Edad: 51 años; estatura: 1,61 m. Se encuentra en etapa de mantenimiento.

Cuando decidí que mi vida tenía que dar un vuelco, después de tomar varios caminos sin resultados positivos, pensé en Alicia. Ya la conocía. Hacía cinco años que había ido a su consultorio, con buenos resultados. En esa época deserté del tratamiento y volví a mis antiguos hábitos alimentarios, que –ahora me doy cuenta– no son los correctos. Así comencé a transitar un camino no muy bueno para mi persona y para mi organismo. Siempre tuve tendencia a engordar, pero si aumentaba unos kilos los bajaba rápidamente, aunque dejando de comer, así que no era la solución. Hasta que entré en la etapa de la menopausia; ya no fue sencillo bajar de peso, la balanza me iba mostrando cómo subía, la ropa me quedaba apretada, y pensaba que forzosamente iba a aumentar de peso y no lo iba a revertir nunca más. Fui a hacerme un chequeo ginecológico, y la profesional que me atendió me propuso hacerme análisis completos. Entonces me enteré de los valores de colesterol demasiado elevados para mi edad. También me surgió un problema de hipotiroidismo.

El exceso de peso no me ayudaba. Cada semana que pasaba aumentaba un kilo más. Estaba desesperada. No me sentía feliz con mi cuerpo.

La primera vez que fui a lo de Alicia, me insinuó que sería positivo para mí buscar apoyo psicológico. Si bien abandoné el régimen, inicié una terapia que me ayudó mucho. Empecé a pensar más en mí, sin descuidar a la hermosa familia que me rodea. Creía que si encontraba mi camino, si lograba sentirme mejor conmigo misma, iba a poder brindarme a ellos con más calidad, con más serenidad. Decidí bajar esos índices de colesterol que me preocupaban; consulté a una endocrinóloga y empecé una dieta. Pero era tan generalizada que me sentí desorientada con respecto a qué debía comer y en qué momentos. Sin embargo, lo que sí sabía era que necesitaba mejorar mi calidad de vida. Pensaba: “Tan sólo tengo 51 años y a veces siento que todo se terminó para mí”.

Una mañana, dentro de mi desconcierto, decidí llamar a Alicia, que tan bien me había atendido en años anteriores. Cuando respondió al llamado, para mi sorpresa, se acordaba de mí. Me dio mucha alegría y así fue como concurrí nuevamente a su consultorio de Villa Ballester (provincia de Buenos Aires).

Comenzamos con mi tratamiento en febrero de 2003, y ya llevo bajados más o menos 8 kilos. No paso hambre; desapareció en mí esa ansiedad por la comida. Lo escribo y me sorprendo. Y todo lo logré gracias al apoyo y la ayuda que me brinda Alicia, con toda su paciencia y calidez. Acompaño el tratamiento con caminatas los fines de semana y clases de gimnasia, también recomendadas por ella. Todo lo que estoy aprendiendo semanalmente se lo transmito a mi familia; es muy importante cómo nos alimentamos.

“Somos lo que comemos.” Esta frase me cambia, me ayuda a superarme día a día; siento que se puede lograr, lo estoy viviendo. Y si bien en el camino surgen algunos obstáculos que detienen nuestro transitar, con optimismo y fe podemos superarlos y seguir adelante para cumplir con nuestro objetivo, que, en definitiva, es vivir esta vida con la mayor estabilidad posible.

Quiero agradecerle a Alicia por todo el entusiasmo y la onda positiva que me brinda. Es como una amiga que me da una mano y me aconseja. Gracias a ella estoy mejorando los niveles de colesterol sin ninguna medicación, con dieta y la gimnasia que realizo con regularidad. También agradezco a mi familia, que me alienta al ver los resultados; entre todos estamos aprendiendo a comer más sanamente.

Espero que en este momento en que ustedes, lectores, están decidiendo cambiar los hábitos con respecto a la alimentación, sientan que se puede realizar. Si bien a veces tropezamos y sentimos que el camino se torna difícil, se logran avances reales, y sé positivamente que perdurarán en el tiempo si la decisión es nuestra aliada. Les deseo el mejor de los éxitos. Propónganse metas realizables, no se posterguen, y van a poder concretar su sueño. Sentirán mucha felicidad cuando semana a semana compartan los logros con sus seres queridos.

Comentario: Puedo comprobar un cambio importante en Alba. Su ánimo es diferente. Con eso no les digo que siempre se encuentra bien, equilibrada, en una total armonía, porque nadie consigue ese estado permanente. Sólo se obtiene con trabajo interno y con mucho esfuerzo por mantener día a día la motivación y el objetivo que se busca. Es importante valorar los resultados y mirar el pasado recordando los errores para no volver a ellos.

 

Olga Noemí Fitipaldi. Edad: 40 años; ocupación: ama de casa. Bajó 25 kilos. Se encuentra en etapa de mantenimiento.

Siempre fui delgada. A los 22 años, cuando me casé, apenas pesaba 47 kilos. Todos me miraban y me preguntaban cómo hacía para estar tan flaca y mantenerme en buena forma, ya que comía habitualmente lo que deseaba y jamás tenía problemas de exceso de peso.

A los 23 años quedé embarazada. En esos nueve meses aumenté 25 kilos. Después de tener a mi primera hija, Romina, a los tres meses estaba de nuevo en el peso que era habitual para mí (49 kilos).

Al año siguiente nació mi segundo hijo, Nicolás, con quien aumenté 17 kilos, pero al cabo de cuatro meses del parto volví a mi peso normal de 49 kilos, y sin recurrir a ninguna dieta ni nada similar.

A los cinco meses pesaba 47 kilos, y poco a poco iba bajando de peso cada vez más, siempre sin hacer ninguna dieta (insisto en esto). Mi estado era bueno pero aun así todos me preguntaban si me pasaba algo, debido a que me encontraban cada vez más delgada que de costumbre.

Hasta que llegó un momento de mi vida en que me cansé de que me preguntaran siempre lo mismo y me dejé llevar por una ocurrencia, que –lo digo de corazón– no le recomiendo a nadie. Mi siguiente paso fue ir a uno de esos médicos que dan pastillas para engordar, y en apenas tres meses llegué a pesar 53 kilos. Decidí dejarlo, ya que veía que estaba aumentando de manera exagerada. Luego comenzó mi desesperación, porque ya no podía comer, como antes, todo lo que quería.

Estaba muy arrepentida; me reprochaba y me decía: “Qué locura hiciste”. Mi autoestima bajó mucho; empecé a sentirme mal, a verme mal. Recurrí a muchas dietas, ninguna de las cuales me dio buen resultado, ya que las iniciaba y a la semana las dejaba. Así iba deprimiéndome cada vez más y mi estado de angustia aumentaba, sin saber qué hacer.

Hasta que un día me pesé, después de mucho tiempo de no hacerlo. La balanza marcaba 73 kilos; tenía 26 kilos de más. Reaccioné y decidí consultar a una nutricionista, porque mi peso ya era excesivo y además me sentía muy mal.

Así fue como llegué a las manos de Alicia, en el consultorio de Moreno. Ella me cambió la vida, no sólo física sino también espiritualmente. Me recibió con los brazos abiertos, me atendió más que bien y me hizo sentir, en aquellos momentos en que me parecía que todo estaba perdido, que si me lo proponía nada iba a ser imposible.

Me di cuenta de que mi vida empezaba a cambiar cuando, a la semana siguiente, vimos lo que había logrado y que ya tenía fuerzas para seguir adelante con mi dieta. Este tratamiento fue todo lo contrario de los anteriores; sentía la necesidad y un deseo muy grande de ir al encuentro de Alicia. Cuando veía los resultados obtenidos, ansiaba cada vez más ir a las consultas en busca de una mejor calidad de vida, y me sentía cada vez más feliz.

Cuando manifiesto que Alicia me cambió la vida no sólo física sino también espiritualmente, quiero decir que empecé a ver las cosas de una manera diferente, con mucha fuerza interior y deseos de cuidar y mantener lo que conseguía. Adelgacé en cinco meses esos 26 kilos de más.

Nada es imposible cuando te lo propones. Por lo tanto: inténtalo tú ahora mismo, ahora que estás leyendo este testimonio.

Doy gracias a la vida por brindarme esta oportunidad y a Alicia por apoyarme y ayudarme en todo.

Comentario: Olga llegó al consultorio por recomendación de otros pacientes que alcanzaron resultados exitosos. Vino a su primera consulta con una sonrisa, y desde mi interior sentí que íbamos a formar un buen equipo, porque noté que deseaba profundamente volver al peso saludable de su pasado. Ella –como bien comenta en su testimonio– nunca fue gorda. Es decir que el número de adipositos seguía siendo el mismo; lo que pasaba era que habían aumentado de tamaño, y cuando bajó de peso volvieron a la normalidad. No es el caso de los obesos, que tienen un número elevado de adipositos y cuando adelgazan lo que hacen es disminuir su tamaño.

Olga se mantiene en su peso saludable desde hace cinco meses y volvió al consultorio con el mismo peso de la consulta anterior, lo que me demuestra que aprendió a comer y a mantenerse y que se cuidará durante el resto de su vida.

Ella bajó de peso muy rápido, pero no te quedes con eso. Piensa que no todos somos iguales, que no tenemos la misma genética ni las mismas características físicas y psíquicas. De los testimonios toma siempre lo que te ayude a llegar a la meta. Si te quedaras con el resultado rápido, podrías frustrarte. Eres diferente; respeta tu química interna, tu tiempo, y pon voluntad para continuar el camino paso a paso hasta el resultado que convenga a tu mente y a tu cuerpo.

 

Carlos Otaño. Edad: 57 años; estatura: 1,72 m; ocupación: comerciante. Se encuentra en etapa de mantenimiento.

Soy de Villa Ballester (provincia de Buenos Aires), donde viví toda mi infancia y donde tuve la dicha de practicar toda clase de deportes. Pasada esa época, debido a mi ocupación, comencé a disminuir mi actividad deportiva. Aclaro que siempre fui una persona activa y con una buena condición física.

Con el paso del tiempo, y sintiéndome mal debido al aumento de peso, comencé a sufrir consecuencias físicas y anímicas. En el trabajo mi capacidad disminuyó a tal punto que mi estado de ánimo y mi autoestima empezaron a declinar.

Varios amigos me comentaron que en la zona atendía una licenciada en nutrición, Alicia N. Crocco, y me impulsaron a visitarla para que pudiera reducir mi peso y normalizar los valores de mi masa corporal. Llegué a pesar 104 kilos. En ese decadente estado personal me acerqué a la licenciada, quien me recibió cálidamente, me dio la sensación de ser una excelente profesional y me inspiró confianza

Gracias al tratamiento logré nuevamente sentirme bien, y es importante destacar que ella no utiliza pastillas ni complementos nutricionales; se puede dar crédito a su prescripción porque es exclusivamente natural, a través de una dieta variada y equilibrada.

Pude aprender cómo debo alimentarme correctamente, deleitándome con comidas sabrosas de pocas calorías y gran volumen, más los complementos que me agraden, como bebidas alcohólicas (con moderación) y algunos platos no establecidos en el menú básico, pero sin excederme en la cantidad y cuidándome en las comidas siguientes. Asimilé también que se puede comer con placer moderándose y cuidándose. Simplemente uno debe ser estricto en el momento de decidirse a efectuar un plan de alimentación para adelgazar, y es posible comprobar el beneficio al sentirse en total plenitud a la hora de realizar cualquier tipo de esfuerzo.

No tengo más que palabras de agradecimiento para la licenciada Alicia Crocco, quien me confirmó, con los resultados alcanzados, que es una excelente profesional y un excelente ser humano… Gracias.

Comentario: Quiero contarte que recuerdo la primera llamada de su esposa, que me expresó su preocupación por el estado de Carlos. Me dio muchas recomendaciones, entre ellas que le tuviera paciencia. Amo mi profesión y quiero a mis pacientes, así que no me cuesta tenerles paciencia.

A medida que el tiempo fue pasando, sentí que Carlos se iba familiarizando cada vez más con la dieta, y yo disfrutaba con él de sus logros con el transcurso de las semanas.

Desde hace dos meses está en la etapa mantenimiento y no se resiste a controlarse cuando se lo indico. Concurre al consultorio una vez cada tres semanas y, como no hay cambios que lo perjudiquen, seguiremos así.

Todos pueden llegar a la meta y mantenerla. Tu también lo lograrás.

 

Ramona Acosta. Edad: 57 años; estatura: 1,55 m; ocupación: encargada de edificio. Bajó 15 kilos. Está en la etapa de mantenimiento.

Soy espectadora de Utilísima Satelital y conocí a Alicia en el programa Técnica de barra diet. Un día la vi por la calle, me acerqué y le pedí los teléfonos de sus consultorios.

Comencé con mucha inseguridad, porque no pensé que los resultados iban a ser tan buenos. Ahora me encuentro muy feliz. Con el nuevo plan de comidas, mi vida cambió. Además de bajar de peso, como rico y no paso hambre. Me siento renovada, mi humor es más alegre. Bajé cuatro talles de ropa; la gente ve mi transformación.

Una alimentación adecuada mejora la salud. Yo era hipertensa, tenía colesterol elevado y no podía bajarlo ni siquiera con medicación. Gracias a la dieta que me indicó Alicia, todo eso desapareció. Por otra parte, no estoy débil; al contrario, noto que tengo más energía.

Bajé 15 kilos en ocho meses. Ahora estoy en mantenimiento. Tuve y sigo teniendo voluntad para no apartarme del camino que me llevó a estar mejor, física y anímicamente. Seguiré esforzándome para que este estado que logré se mantenga para siempre.

Comentario. Este testimonio fue extraído del libro La dieta positiva. Ramona continúa con su peso saludable y sigue luchando para mantener su resultado, porque se siente bien tanto física como psíquicamente.

 

Mónica Alexandra. Edad: 18 años; estatura: 1,70 m; ocupación: estudiante. Bajó 20 kilos. Se encuentra en etapa de mantenimiento.

Recuerdo que todo comenzó el jueves 1º de febrero de 2001. Conocí a Alicia en el consultorio de Villa Ballester (provincia de Buenos Aires). Me sentía totalmente desalentada, pensando que jamás sería delgada, ya que un tiempo atrás había recurrido a un nutricionista al que consulté sólo una vez debido a que era una persona sumamente fría; de esa experiencia saqué en conclusión que les daba la misma hoja de recomendaciones a todos los que acudían a su consultorio, y que por lo tanto no era un plan alimentario adaptado a mí. Aunque no me sentí motivada por su actitud, comencé la dieta con gran entusiasmo, pero duró poco más de dos semanas. Por todo eso yo creía que una nutricionista no era el camino correcto para solucionar mi problema.

Hago dietas desde los doce años; siempre preocupé mucho por lo estético, y más aun en la etapa por la que estoy pasando.

A mi primera consulta con Alicia llegué triste, con pocas expectativas, pero enseguida noté su calidez y sus deseos de ayudarme. Aquel 1º de febrero pesaba 79,5 kilos y creía que era imposible llegar a los 65, como deseaba en ese momento. Sin embargo, ahora, después de mucho trabajo interno y grandes cambios en mis hábitos alimentarios y mi estilo de vida, estoy pesando 59 kilos y me parece estar soñando.

Todavía me falta bajar 4 kilos. Antes no podía ponerme un short o una pollera; en pleno verano andaba con jogging y buzo; no me gustaba ir a bailar y sólo tenía un jean que me entraba. Además, cuando iba a comprarme ropa, nada me quedaba bien, lo cual me producía mucha depresión. Algo para resaltar: me ponía muy mal cuando los chicos, en la calle, me rechazaban y me gritaban “gorda” o cosas relacionadas con mi cuerpo; aún sigo sin comprender esas actitudes tan hirientes para una persona que padece sobrepeso. Trato de entender que sólo es una cuestión de inmadurez por parte de esos “nenes”.

Muchas de las veces que iba al consultorio de Alicia y me sentía recontenta por el resultado que había logrado en una semana, al salir a la calle me volvía el desaliento, causado por algún grupo de esos chicos; me gustaría volver a verlos, para encararlos y decirles lo que siente una persona excedida de peso. Ahora me siento fuerte para enfrentarlos.

Mi tratamiento tuvo varias etapas. Había meses enteros en los que no podía bajar; quizás en una semana bajaba medio kilo, pero a la siguiente lo recuperaba. Estuve así desde marzo hasta julio de 2001. Después comencé, muy lentamente, a perder algunos kilos más, hasta febrero de 2002, cuando tuve que abandonar el plan por motivos personales. Lo reanudé en agosto de ese mismo año con Alicia, con 4 kilos de más. Me di cuenta de que no podía hacerlo sola, de que necesitaba su contención y su afecto. Siento que sin su apoyo no lo habría logrado jamás. También resalto la importancia de mi madre, que me hizo conocer a Alicia y me ayudó cuando yo creía que ya no había soluciones para desprenderme de mis kilos de más.

En cada intento sentía que no lograba mi meta, que jamás podría decir “soy feliz”, pero me equivoqué. Todo esto me ayudó a recuperar un poco mi autoestima, a valorarme y darme cuenta de que nada es imposible; sólo hay que proponérselo y poner fuerza.

Gracias, Alicia. Te quiero muchísimo.

Comentario: Este testimonio es la demostración de que muchos seres humanos son hirientes porque no pasaron por situaciones semejantes a la de la persona que hostigan. Lucila pudo vencer barreras muy arraigadas y espero que continúe luchando para mantenerse en su peso saludable. Si sigue ayudándose, cuidando el resultado, concurriendo a las consultas que deba efectuar, sin duda jamás volverá hacia atrás.

Aunque ella dice que le quedan 4 kilos por bajar, quiero aclarar que, de acuerdo con mi análisis de su estado general, realizado a través de índices antropológicos, está ya en su peso saludable. Aun así, la tarea continúa: comienza la etapa de valorar cada vez más el resultado y mirar el pasado como una historia no repetible, que le sirvió para luchar y vencer obstáculos, para triunfar.

 

Ricardo Montenegro. Edad: 60 años; estatura: 1,66 m; actividad moderada. Bajó 17 kilos. Mantiene su peso saludable desde hace 6 años aproximadamente.

Comencé el tratamiento hace alrededor de cuatro años y medio. Anteriormente había tenido un problema cardíaco, lo que me llevó a buscar un tratamiento para adelgazar sin consumo de anfetaminas, diuréticos ni laxantes.

Así fue como encontré a la persona que me vigilara y me indicara las comidas necesarias para mantenerme fuerte y bien, sin que mi función cardíaca se viera perjudicada por el exceso de peso que tenía.

Cierto sacrificio es imprescindible al principio, lo mismo que una motivación. Después se transforma en algo natural y empiezan a verse los beneficios: bajar de peso en forma pausada y continua hasta lograr el peso normal.

El tratamiento de la obesidad es simple. El éxito no se mide en el curso de días o semanas, sino al alcanzarse el objetivo propuesto, que es, además de la reducción del peso, el mantenimiento indefinido de esa disminución.

Comentario: Ricardo continúa actualmente con los controles y está en su peso saludable. No ha conservado el peso de hace dos años; aumentó dos kilos, pero sigue manteniéndose en esa cifra. Es muy consciente de que necesita un profesional que lo controle. Somos casi –les diría– amigos, pero jamás dejo de sentir que soy su nutricionista y en los momentos en que veo un aumento considerable, le hablo para que aumente su motivación y no se desvíe del camino que lo condujo al peso saludable.

Les comento que cuando aumenta de peso, él reacciona automáticamente por iniciativa propia. Siento que valora mucho lo que logró y quiere cuidar el resultado.

 

Gonzalo Magallanes. Edad: 30 años; estatura: 1,75; actividad anterior: jugador de rugby; ocupación actual: estudiante de derecho, sin actividad física constante. Bajó 25 kilos en dos meses, sin pasar hambre. Hace aproximadamente diez años que se mantiene en su peso.

No voy a negar que es hermoso de vez en cuando darse unos atracones bárbaros, o participar en comilonas con motivo de algún festejo, o simplemente comer lo que realmente nos encanta y que por lo general engorda, pero… ¿saben una cosa? Yo ahora lo puedo hacer sin culpa y de manera ordenada. ¿Cómo es posible esto? Les cuento.

Siempre fui gordo, obeso, rollizo, pero feliz. De chico, en el fútbol siempre iba al arco, nunca jugaba de delantero o mediocampista con proyección. En el ring-raje me agarraban siempre. Treparme a mi árbol era un triunfo. Obviamente, tenía problemas con la ropa, que casi nunca me quedaba cómoda. Ni hablar de lo que sufría en verano. Me transpiraba la vida y, con aquellas capas de tejido adiposo, el calor se multiplicaba.

Llegó la adolescencia y las cosas cambiaron. Cambió el carácter, cambiaron los gustos y cambiaron las necesidades. Era una etapa muy, pero muy decisiva para mí: vivirla a pleno y del modo más feliz posible iba a marcar la manera en que encararía el resto de mi existencia. La felicidad es la razón por la que vivimos, pero cada ser humano tiene su particular parámetro de lo que es la felicidad. Yo tuve una infancia muy feliz, pero cuando entré en la adolescencia noté que algo me estaba pasando, algo no estaba funcionando bien. Tenía amigos, me llevaba de diez con mi familia, no me iba mal en el colegio… pero ya no estaba cómodo con mi zapán, empezaba a sentirme mal con mi aspecto, no me gustaba a mí mismo, y eso ya es gravísimo. Si uno tiene la suficiente personalidad –y yo en esa etapa estaba forjando la mía–, no le importa la opinión de los demás, pero lo que sí es fundamental para sobrellevar los avatares cotidianos es estar conforme con uno mismo, y no lo digo sólo desde el punto de vista estético, sino con respecto a los propios logros.

El profesor de educación física de mi colegio me vio condiciones para jugar al rugby; por supuesto, para ocupar el puesto de pilar, en el que se necesita tener un gran peso (ésa es una de las muchas virtudes de este hermoso deporte: ¡los gordos son imprescindibles!). Empecé a jugar en el equipo colegial y luego en el San Isidro Club. A través del juego podía aliviar la angustia que me causaba la obesidad. Pero me agotaba muy rápido, no terminaba los partidos en buenas condiciones, no rendía todo lo que era posible. No alcanzaba la voluntad; me sentía muy, pero muy pesado, y les confieso que no era atractivo para las mujeres. Como también hacía pesas, me parecía a un paquete de yerba. Hasta que me cansé.

A mediados de 1992, yo tenía 22 años y pesaba 100 kilos (¡una barbaridad!). Me puse en contacto con la licenciada en nutrición Alicia Crocco, a través de mi padre, que era paciente de ella. Además de conocer a una persona maravillosa, encontré la solución a mis problemas.

Era lo que yo buscaba: seguir una dieta en la que únicamente se ordenaran las comidas y se efectuara una adecuada selección de alimentos y formas de preparación, sin recurrir a pastillas, suplementos ni químicos extraños. Iba a ser una prueba de fuego para mí, que siempre tuve inclinación por comer exageradamente, deglutir, devorar. Pero un jugador de rugby no se achica ante nada.

Las primeras dos semanas, debo admitir, fueron muy duras, no porque pasara hambre, sino porque me di cuenta de las porquerías que comía en exceso y que tanto daño me hacían. En esas dos primeras semanas bajé 6 kilos y me dije: “Bien, vamos por el buen camino; ¡fuerza, Gonzalo!”. Al cabo de un mes y medio de seguir las indicaciones de Alicia, logré bajar 25 kilos.

Mi dieta se basaba en una selección de hidratos de carbono complejos (Alicia me enseñó que se encuentran en panes integrales, pastas, lentejas, arroz integral, papa, batata, choclo), que debían estar presentes en todas las comidas. Consumía muchos vegetales crudos de todos los colores, frutas frescas, quesos magros, leche y yogur descremados y también carnes magras, pero, como Alicia siempre insistía, sin exageración.

¿Las consecuencias? Mi figura se afinó notablemente. Rendía el doble en todos los aspectos de mi vida: en el deporte, en el trabajo, en el estudio; en absolutamente todas mis actividades cotidianas se notaba el cambio. Tenía una gran vitalidad y quizá lo más gratificante fue que las mujeres empezaron a darme más bolilla. En resumen, me cambió la vida.

Muchos hacen dietas para tener resto y luego matarse comiendo el doble. Dicen que lo que llaman “el buen comer” es una necesidad fisiológica, pero yo, como obeso recuperado, doy testimonio de que es un vicio; comemos, y mal, por aburrimiento, por angustia, por gula.

Claro que tampoco es cuestión de no comer. ¿El secreto? Ordenar las comidas y consumir lo que cada organismo en particular requiere. No todos necesitamos la misma dosis de alimentos; debemos determinarla con el asesoramiento de un profesional que nos guíe para modificar nuestros hábitos alimentarios incorrectos y nuestro estilo de vida.

Otra cosa: hace ya casi seis años que dejé de jugar al rugby. Por cuestiones laborales y de estudio, mi actividad deportiva se redujo al mínimo, pero no aumenté de peso. Tuve que disminuir la cantidad de calorías diarias, de acuerdo con la indicación de Alicia, porque el desgaste es menor. Me doy mis lindos atracones, pero en forma ordenada y sabiendo qué hacer posteriormente. Ya no tengo ansiedad por ciertos tipos de alimentos. Todo esto es posible porque cambiaron mis hábitos alimentarios y cuido los resultados que obtuve con mi esfuerzo personal y con la ayuda de Alicia.

No bajen los brazos. Yo pude hacerlo, y continúo por el camino de la salud para mantener el éxito. Ustedes también podrán.

Comentario: Este testimonio fue extraído del libro La dieta positiva. Gonzalo se mantiene en su peso saludable desde hace diez años y jamás recuperará sus kilos, porque cada vez que me contacto con él compruebo que se siente feliz por el resultado que logramos.

 

Adelina Santo. Edad: 54 años; estatura: 1,62 m. Bajó 46 kilos.

Hace casi 4 años que con la ayuda de Alicia mantengo mi peso saludable. Quiero contarles que no fue sencillo.

Desde mi niñez fui obesa. Mis compañeritos se burlaban de mí; todo lo que hacía les parecía ridículo. Yo me sentía mal, y hasta llegué a quedarme totalmente sola. Sufrí mucho.

En la adolescencia, a pesar de que siempre fui compulsiva, quise bajar de peso. Pero me atraían los métodos que me hacían bajar con pastillas, sin esfuerzo. Me quitaban el apetito y bajaba de 10 a 15 kilos en un mes. Entonces me sentía triunfadora, me alegraba porque los demás me veían linda. Pero cuando llegaba a un peso más o menos bueno, paulatinamente recuperaba todo lo que había bajado. Lo único que me interesaba era bajar de peso rápido, sin pasar hambre, y comer de todo. Por eso concurría a distintos profesionales, sin reparar en honorarios ni gastos.

Cuando me sugerían que bajara sólo con dieta, pensaba que no podría. Gente bien intencionada me advertía que las pastillas no eran un método sano, pero yo no quería entenderlo.

Desde los 28 años mis niveles de glucemia, colesterol y triglicéridos estuvieron por las nubes. Consultaba a médicos clínicos, que me aconsejaban que bajara de peso sin tomar píldoras. Aunque me daban medicación para nivelar los valores alterados, insistían en que debía cambiar mi alimentación. No los escuchaba o, mejor dicho, no quería esforzarme por cambiar mi estilo de vida.

Hasta que varias personas que conocían a la licenciada Alicia Crocco me la recomendaron diciéndome que era un ser especial. Pensé que exageraban. Dejé pasar muchos meses. Aunque no me sentía bien, me costó convencerme de que debía hacer un cambio importante. Cada vez se acentuaban más las alteraciones de mis valores sanguíneos, me dolían las piernas y movilizarme me exigía un gran esfuerzo.

Por fin me decidí y fui a consultar a Alicia con cierta desconfianza, a pesar de lo bien que me habían hablado sobre ella. Me preguntó si estaba decidida a cambiar mi estilo de vida y le respondí: “Voy a tratar”. Recuerdo su expresión cuando me dijo: “Si no afirmas con seguridad que tu tratamiento va a ser exitoso, das lugar a la posibilidad de que fracase; no veo un compromiso de tu parte para tomar la responsabilidad de esforzarte por llegar a la meta”. Con el tiempo me di cuenta de que tenía razón.

En la primera entrevista quiso saber cuál era mi alimentación habitual, y yo enumeré la mitad de lo que realmente ingería. Ella, muy astuta, me dijo: “¿Quieres que te ayude? Entonces, dime tu realidad”.

Con el transcurso de las consultas pude comprobar que iba bajando de peso. En un principio no le hacía mucho caso a Alicia. Ella se daba cuenta, me tenía mucha paciencia y me aclaraba que debía modificar mis hábitos, que debía esforzarme cada vez más para instalar el objetivo en mi interior y no dejarlo escapar. Cada una de sus palabras me ayudó, con el tiempo y después de muchos vaivenes, a bajar 46 kilos.

Tanto mis hábitos alimentarios como mi estilo de vida cambiaron notablemente. Antes mi alimentación no incluía verduras; en el presente son mi mejor recurso, pues comprobé que si las consumo crudas me dan saciedad. Además, como lo que quiero; Alicia me indica en qué cantidad y con qué frecuencia puedo gratificarme con los alimentos que más me agradan. Aprendí a valorar la vida, a quererme, a cuidarme y a hacer ejercicios que me gustan: andar en bicicleta y caminar. Los practico como una necesidad básica, como bañarme o peinarme diariamente.

Quiero aclararles que me costó tremendamente llegar a este resultado. Tuve muchos obstáculos en el camino. Abandonaba, pero luego me acordaba del ánimo que me daba Alicia y volvía a las consultas.

Gracias a la modificación de mi estilo de vida, los exámenes de glucemia, colesterol y triglicéridos han recuperado la normalidad. Ahora, a pesar del tiempo transcurrido, sigo luchando con las tentaciones. Muchas veces aumento un poco, pero el valorar el esfuerzo que realicé para alcanzar estos resultados hace que me deje ayudar por Alicia y por la gente que me apoya. Tengo la plena certeza de que mi vida cambió y me siento otra. Si pude yo, que no me tenía confianza, ¿por qué no ustedes?

Quiero agradecer a Alicia, que me infundió deseos de luchar en la búsqueda de otras metas que me proponga, porque comprobé que pude concretar algo que me parecía imposible.

Comentario. Este testimonio fue extraído del libro La dieta positiva. Adelina continúa viniendo al consultorio de Belgrano (ciudad de Buenos Aires). Tiene muchos retrocesos, pero jamás deja de concurrir cuando llegan el día y la hora de la nueva consulta. Su peso sigue siendo saludable y cada día se esfuerza por mantenerlo.

En sus recaídas le resalto cuánto ha bajado de peso, el esfuerzo que invirtió durante tanto tiempo, y le aconsejo que vea todo lo positivo que eso implica para su salud.

Logra mantenerse porque aprendió a dejarse ayudar y a escuchar a quienes la quieren bien. Ya hace seis años que se mantiene en su peso.

 

Graciela Silva. Edad: 50 años; estatura: 1,60 m; ocupación: empleada administrativa. Bajó 40 kilos después de muchísimos vaivenes. Se encuentra en etapa de mantenimiento.

Mi vida cambió notablemente cuando asumí que no era feliz con mi exceso de peso y mi conformismo. Antes les decía a los demás: “Soy gordita y feliz”, pero me engañaba; sólo lo decía, en realidad no lo sentía. Nunca me ha gustado esforzarme por realizar ninguna dieta; no tenía constancia, me deprimía a menudo. Soy hipotiroidea. Los médicos me decían que, además de tomar medicación para normalizar mis glándulas, debía seguir una dieta; pero, por todos los aspectos negativos que poseía, hacerla no me daba ningún resultado.

Comencé muchas veces con Alicia. Varias personas que obtuvieron resultados maravillosos en cuanto a alcanzar un peso adecuado me hablaron de su calidad de ser humano comprensivo, dedicado a sus pacientes. Pero eso no me bastaba. Dudé mucho hasta que, en un momento de crisis, decidí concurrir a una primera consulta.

No seguía la dieta en su totalidad como ella me indicaba, pero me hacía bien ir a sus encuentros semanales y prestaba atención a sus consejos. Tenía muchos bajones; pensaba que no podía. En esos momentos la llamaba y le informaba que no iba a continuar el tratamiento.

Y cada vez que dejaba el tratamiento, Alicia, con su dulzura y su gran profesionalismo, me decía que la decisión era mía, que si en esos momentos no podía valorar todo lo que había conseguido, eso implicaba ir hacia atrás y continuar deprimida y encerrada en un círculo vicioso; que uno fracasa si no pone esfuerzo, dedicación y tolerancia hacia sí mismo. Sin embargo, todas sus palabras no alcanzaban para hacerme continuar; así comencé una y mil veces, y el resultado seguía siendo el mismo: el abandono del tratamiento y de mi persona. Estos ciclos se repitieron durante muchos años. Dejaba de ir por un año o tal vez más, hasta la última etapa, en que retorné e hice exactamente lo mismo que otras veces. Entonces ella me dijo con mucha firmeza: “Esta vez te digo adiós… No pienses que cuando vuelvas a llamarme estaré esperándote con los brazos abiertos. Si dejas el tratamiento, cuando decidas retomar nuevamente búscate otro nutricionista. Nada podré hacer por ti, porque no me permites hacerlo”. Esas palabras se instalaron en mí y, como sabía que no quería perder su apoyo y que en definitiva deseaba de todo corazón llegar a ser delgada, fui a la cita, la abracé y le dije: “Gracias”. De allí en adelante puse mucha pila y me esforcé para cambiar mi mente y mi dedicación. Comencé a hacer terapia psicológica por recomendación de ella y, a pesar de que experimentaba retrocesos muy intensos, no dejaba de ir a las consultas, ni con la psicóloga ni con Alicia.

La vida es más hermosa para mí. Logré bajar 40 kilos y en la actualidad me cuido y dejo que me cuiden. Gracias, licenciada Alicia N. Crocco, por brindarte no sólo como profesional brillante sino como una persona cálida y de mucha fe.

Ella me enseñó a comer, a sentirme feliz y a vencer mis propios obstáculos, a quitarme de la cabeza eso que todos dicen: que por ser hipotiroidea me iba a costar bajar de peso. Lo que me sucedió fue por falta de constancia, de movimiento, de compromiso hacia todo lo que me proponía realizar.

A ti, que lees mi testimonio, te digo: “Nunca pienses que no puedes”. Todos podemos si nos dejamos ayudar.

Comentario. Me causó mucha gracia la descripción de Graciela. Lo cierto es que, si compruebo que la persona se cierra, mi ayuda no puede servirle.

El caso de Graciela es muy común, hoy y siempre. Es necesario que sigamos una luz delante de nosotros y nos dejemos llevar por ella. El brillo al que me refiero es el de la esperanza. Si cultivas ese don divino, nada será imposible de realizar.

 

Fátima Roldán. Edad: 33 años; estatura: 1,57 m. Bajó 30 kilos y subió 5. Actualmente concurre al consultorio para bajar lo que aumentó en cinco meses.

Hola a todos los que lean este testimonio. Soy paraguaya y mi alimentación antes de la dieta era completamente desequilibrada. Tengo la inmensa necesidad de compartir con los lectores de este libro el cambio tan importante que tuve en mi vida.

No fui obesa desde mi nacimiento; durante mi niñez y mi juventud me mantuve siempre dentro de un peso normal, entre 53 y 56 kilos. Después vine a la Argentina y me casé. Luego de algunos años tuve a mi única hija, Albana. Del embarazo me quedaron 7 kilos de más, que consideré manejables. Pero no fue así, y paulatinamente fui aumentando cada vez más, hasta que el exceso de peso se convirtió poco a poco en una pesadilla. A medida que pasaban los años fui engordando más y más, sin poder manejarlo. Como consecuencia me angustiaba y eso, a su vez, me llevaba a comer cada vez más y a seguir engordando.

No sé si podré describirles lo terrible que todo eso me resultaba. Mi vida me parecía un verdadero cuento de horror. Me encontraba sola con mi problema. Sentía que nadie me comprendía, que no se ponían en mi lugar ni siquiera por un instante, sino todo lo contrario. Mis familiares y amigos no pedían ocasión de señalarme lo gorda que estaba. Sus palabras me inhibían más y me conducían a aislarme de todo y de todos.

Vivía inmersa en una depresión profunda. Creo que mi marido no se daba cuenta de lo desgraciada que me sentía, o por lo menos no encontraba la manera de ayudarme, a pesar de que en distintas oportunidades le decía, llorando amargamente, que ya no soportaba el sobrepeso y que necesitaba ayuda profesional, porque no podía adelgazar sola.

Hacía dietas de revistas que quizá duraban quince días, y después de bajar un poco de peso lo recuperaba automáticamente cuando comenzaba a comer en mayor cantidad lo mismo que sugerían las dietas.

Usaba ropa amplia, intentando disimular los kilos que se apreciaban a simple vista. Compraba en casas de talles especiales y me sentía cada vez más humillada. En verdad, me consideraba una pobre y desgraciada mujer, que en sus mejores años postergaba totalmente su vida sintiéndose infeliz.

Hasta que un buen día le dije a mi Dios, postrándome ante Él: “Por favor, dame una luz especial y ayúdame a encontrar a la persona indicada, a un profesional con todas las letras”. Y fue así; la encontré después de haberla visto en varias oportunidades en la televisión por cable. Sentí que ella era la que me daría la mano que tanto necesitaba. Me transmitía transparencia, sinceridad en sus palabras. Me refiero a mi nutricionista, la licenciada en nutrición Alicia Crocco.

Recuerdo cuando la llamé por teléfono por primera vez y me escuchó atentamente. Me dijo que me quedara tranquila, que no iba a estar sola con el problema, que desde ese momento íbamos a compartirlo y que sería más liviano el camino. Me expresó que no me iba a abandonar, que contara con su ayuda; me dio mucha fuerza al asegurarme que mi vida cambiaría si me dejaba ayudar por la gente que me quería bien. Me aclaró que ella sola nada podía hacer, que deberíamos formar un equipo de trabajo muy unido, buscando un mismo objetivo. Así lo hicimos, y llegué a bajar 30 kilos.

Les comento que no fue fácil, pero tampoco imposible. Tuve que trabajar mucho con mis hábitos alimentarios y mi estilo de vida. Sé que tenemos debilidades y altibajos, pero si aprendemos a seguir una dieta equilibrada, que nos provea de todo lo que necesitamos para continuar bajando sin aflojar, y si incorporamos la actividad física –ya que las dos cosas van de la mano y juntas son sinónimo de salud–, alcanzaremos el bienestar, la seguridad de aumentar la autoestima, y la felicidad como consecuencia.

Mi existencia cambió por completo. Sin duda tengo mis momentos de angustia, de desliz, pero también tengo otra visión de la vida, otra perspectiva. Aprendí que todo se puede lograr si se persevera en lo que se desea. Estoy estudiando, capacitándome día a día para poder ejercer mi profesión y sentirme útil, completa y feliz.

Estaré agradecida eternamente a mi nutricionista, que me dio la mano que tanto necesité y necesito y me hizo conocer que nada es imposible si uno pone voluntad y tiene paciencia en lo que anhela.

Hoy puedo contar que después de haber bajado 30 kilos pasé cinco meses sin concurrir al consultorio de Alicia cuando ella me lo sugería, y sufrí un aumento de peso, pero jamás pensé abandonarme. Por eso recurrí nuevamente a mi nutricionista, Alicia, en busca de ayuda. Sé que no puedo sola y estoy convencida de que volveré a mi peso saludable, ya que no es tanto el esfuerzo que debo efectuar. Continúo luchando porque el cambio de mi estilo de vida que me permitió quererme, valorarme y sentirme feliz.

Tú, que estás leyendo este testimonio, te darás cuenta por mi relato de que si pude yo, con tantas trabas e inconvenientes personales, también tú lo vas a conseguir. Sólo debes dejarte ayudar y tener fuerza de voluntad para cambiar lo que te impide adelgazar. No te abandones. Hoy es el momento de que inicies –si aún no lo has hecho– un plan nutricional saludable, que te permitirá cambiar tu vida.

No pierdas un día más de salud. Eso te deparará un día más de felicidad.

Comentario: Cuando llegó al consultorio de nutrición de Belgrano (ciudad de Buenos Aires), Fátima tenía mucha esperanza aunque estaba muy triste. En la primera semana bajó mucho, pero le expliqué que no siempre sería así. Le aconsejé que respetara cada una de las etapas y que frenara la ansiedad por bajar bruscamente de peso. Hicimos un trabajo de equipo muy unido, lo que nos dio como resultado la llegada a la meta.

Lo que resalto de este testimonio es que Fátima, una vez que se vio linda y delgada, dejó de acudir a los controles y eso hizo que aumentara 5 kilos en cinco meses. Gracias a Dios, recapacitó y en la actualidad está concurriendo para volver a su peso saludable.

Cuando llegues al mantenimiento, no pienses que tu metabolismo cambió. Recuerda: los que se modificaron fueron tus hábitos alimentarios y tu estilo de vida. Si retomas tu alimentación anterior ganarás otra vez los kilos perdidos y sentirás nuevamente la frustración. En cambio, si te cuidas, si piensas en todo lo que te esforzaste para concretar tu anhelo y controlas tu peso semanalmente, tu vida seguirá siendo linda y conservarás los deseos de continuar adelante, con la experiencia que te dejó esta lucha por bajar de peso: que con perseverancia y paciencia puedes lograr cualquier objetivo.

 

Paula Maria Lucero. Edad: 21 años; ocupación: estudiante de diseño de indumentaria y textil.

Llevo bajados 7 kilos y medio, y todavía me falta. Conocí a Alicia por medio de su libro La dieta positiva, que llegó a mis manos a través de Victoria, una amiga de la facultad.

En toda mi existencia hice miles de dietas y a estas alturas las conozco todas. Nunca tuve demasiados problemas a la hora de bajar de peso. Incluso hoy, Alicia me recalca: “Paula, no tienes dificultad para bajar de peso, tú puedes…”. Pero reconozco que lo que siempre me faltó fue voluntad, fuerza diría, para poder lograr mi máximo objetivo, que es estar en mi peso saludable y sentirme bien, cómoda conmigo misma y con mi cuerpo.

Desde que comencé el tratamiento, muchas cosas cambiaron en mí. Lo que más destaco es el comportamiento que fui adquiriendo frente a los alimentos. La forma ordenada de comer y distribuir las ingestas me lleva a no sufrir ataques de hambre, y mucho menos de ansiedad; sólo experimento la que inevitablemente se siente cuando se emprende un camino nuevo…

Además de haber conseguido un orden en mi estructura alimenticia, y de haber aprendido a respetar lo máximo posible la pirámide nutricional, que es algo que Alicia me hace cuidar mucho, lo mejor de todo este cambio fue justamente haberla conocido a ella, a Ali, que es mucho más que una nutricionista para mí. Es una guía en todos los aspectos. Se interesa por mí no sólo en materia alimentaria sino también en el aspecto anímico, ayudándome a controlar mis ansiedades (que, debo confesar, son muchas) y dándome fuerzas siempre, cargándome de pilas y de buena onda.

En este ultimo tiempo –llevo casi 3 meses de tratamiento– he sufrido algunos tropezones, pero cada vez que salgo del consultorio de Alicia siento que estoy lista para volver a empezar. Lo que más me gratifica es contar con ella y con mi familia como sostén; es súper importante tener un buen respaldo, porque con este equipo sería una gran picardía no llegar a mi meta.

Comentario. Paula es una muchacha que sabe escuchar los consejos nutricionales que le doy. A pesar de que tiene muchos altibajos, no se da por vencida y continúa luchando para alcanzar su meta. Siento que al estar afianzadas, al poseer un diálogo fluido y aceptar que existen errores, lo logrará.

 

Alicia Noemí Crocco. Edad: 43 años; estatura: 1,75 m; ocupación: deportista, licenciada en Nutrición. De niña tuve kilos de más, que bajé antes de mi desarrollo.

Como broche final de todos estos testimonios que has leído, y con muchos de los cuales seguramente te has identificado, deseo contarte mi experiencia de exceso de peso en la niñez hasta casi la pubertad.

Te cuento que fui una niña a la que jamás le faltó nada, y mucho menos la comida. Mis padres suponían que cuando los niños se veían rellenitos estaban bien alimentados y como consecuencia evitarían enfermarse. Por tal motivo me daban una alimentación excesiva para mi edad y mi actividad. Destaco que en mi familia existen antecedentes de obesidad (abuelos, tíos, primos), tanto por parte de mi padre como de mi madre.

Fui a un colegio alemán desde el jardín de infantes; ya en esa etapa tenía kilos de más. No recuerdo exactamente la situación de aquel momento, pero cuando comencé la escuela primaria, mis compañeritos me llamaban despectivamente “gorda”, un apodo que me hacía sentir muy mal. Creo que era una niña tímida, reprimida, a quien le costaba relacionarse con los niños de sexo masculino y que, por aquellas crueldades tan hirientes, padecía muchos complejos.

Hasta que, aproximadamente a los nueve años de edad, sentí que debía modificar algunos aspectos de mi vida. Me miraba al espejo, aun siendo tan niñita, y no me agradaba; sólo recordaba las palabras desdeñosas de mis compañeritos. Una de mis primas hermanas, Graciela, a quien quiero mucho, era en aquellos años muy delgada, y cuando nos sacaban fotos parecíamos la gorda y la flaca. Me impresionaba mucho mirar esas fotos. Sabía que debía adelgazar pero no encontraba la manera. Entonces hice una evaluación de mis comidas y de mi actividad física. Por un lado, empecé a comer menos, ya que en aquellos tiempos nada sabía de lo que engordaba o no, y por otro, instintivamente comencé a practicar deportes.

Recuerdo que, cuando comenzaban las vacaciones escolares, mis padres me llevaban a un club de Villa Ballester (provincia de Buenos Aires) donde me ejercitaba diariamente en natación. Me había propuesto hacer 100 a 110 anchos de piletas. Después de la actividad física, iba a pesarme a una farmacia, y en la balanza veía, día a día, que la cifra se iba modificando. Eso me daba mucha motivación para no apartarme de lo que me estaba beneficiando. Además, las personas que me rodeaban me decían que me veían más delgada. Así, con mucho esfuerzo continué hasta lograr lo que quería: bajar de peso y no sentirme excluida por los otros niños.

Cuando volvieron a iniciarse las clases, me alegró ver la sorpresa de mis compañeros del colegio. Ya no era la gordita. Mi aspecto era agradable, me sentía más segura de mí, mi autoestima era más elevada. Mi timidez fue desapareciendo con los años y desde ese momento sentí que cuando una persona lucha por una meta importante en la vida logra alcanzarla. Nunca más fui rellenita. Conseguí bajar de peso antes de mi primera menstruación, con lo cual mis células adiposas no me perjudicaron, ni tampoco mi herencia.

Si tu madre o tu padre son obesos y tienes hijos, no te quedes con los antecedentes familiares. Es posible frenar las consecuencias de la herencia cambiando la conducta alimentaria y el estilo de vida. Yo logré contrarrestar los factores que podrían haber influido negativamente, y jamás recuperé kilos. Si observas mi foto de la contratapa te darás cuenta de que no tengo aspecto de rellenita; todo lo contrario, soy una mujer delgada, de buena figura.

Las células adiposas de la niñez pueden disminuir si se produce un cambio en la alimentación y se practica actividad física a diario. Entonces, al llegar a la adolescencia o a la adultez, el número de células adiposas no va a ser elevado. En cambio, si la obesidad ocurre después de la adolescencia, al bajar de peso las células adiposas seguirán existiendo en igual número, y lo que habrá que lograr será que reduzcan su tamaño.

Por lo tanto, alimenta a tus hijos de manera correcta. Incentívalos para que practiquen algún deporte placentero, y así la herencia no será un impedimento para que tengan un peso saludable, al tiempo que contribuirás a que no corran el riesgo de ser obesos en el futuro.

Es necesario que posibilites el cambio para concretar tus anhelos. No dejes de soñar y alimentar tus deseos, pero, además, esfuérzate por alcanzar el éxito.

 

Comentarios acerca de los testimonios

Como habrás leído, todas estas personas (entre las que me incluyo) que acabamos de transmitir nuestras experiencias te alentamos y queremos decirte que tú puedes. A pesar de todas nuestras barreras lo hemos logrado, y muchos continúan en la lucha de acuerdo con la etapa en que se encuentran.

Alcanzar un buen resultado no significa que éste se mantenga mágicamente a lo largo del tiempo. Dependerá de cada uno seguir renovando la motivación, cuidar lo obtenido y valorar todo el esfuerzo realizado durante el proceso de adelgazamiento.

 

¿Qué tienen en común todos estos testimonios?

ü  Todos desean adelgazar.

ü  Antes de iniciar el tratamiento se sienten tristes, sin fuerzas, desorientados. La ropa les queda mal, se aíslan de la gente.

ü  Muchos se dejan vencer por los obstáculos y luego retoman el camino con esmero y dedicación.

ü  Luego de mucho trabajo individual, aceptan que la meta propuesta les proporcionará salud física y psíquica.

ü  Reconocen que para lograr resultados favorables deben esforzarse, tener voluntad y saber esperar el éxito con alegría.

ü  Sienten que a través de una alimentación equilibrada los resultados van a ser exitosos, ya que no pasan hambre y existe variación en las comidas.

A todos ellos les cuesta alcanzar y mantener su objetivo. A ti, que estás leyendo este libro, te digo que no te quedes inmóvil. Haz trabajar tu mente con optimismo, adopta una actitud positiva. Si antes hubo otros intentos, comprende que este comienzo debe ser diferente.

Esta vez, piensa: ¿qué resultado quieres obtener? Debes tenerlo muy claro, y saber que el triunfo no va a ser inmediato. Llena tu mente con mucho entusiasmo y cultiva a diario la cualidad de la voluntad.

El éxito se logra con paciencia, con la lucha constante, con la fuerza interna que nos impulsa a transformarnos para llegar a la meta con placer y certeza. Observa con admiración a las personas exitosas. Trata de conversar con ellas; comprobarás que han concretado sus propósitos con esfuerzo y modificando errores.

Tú también lo conseguirás si destierras los pensamientos que te obstruyen, los que te impiden progresar. No dudes del triunfo. Esfuérzate y sentirás que el cambio vale la pena y se convierte en el punto de partida para avanzar hacia otros desafíos.

Recuerda que la vida es hermosa si vemos todo lo bueno que nos brinda. Mira también las cosas malas, enfréntate con ellas y busca la manera de superarlas. Si no modificas lo que te hace desdichado, nunca estarás satisfecho; cada vez que inicies un camino difícil, tu marcha se verá trabada y te asaltará la frustración.

¡Es tan lindo sentir que se puede! No digas que lo vas a intentar. Busca en tu mente pensamientos que te animen. No temas al cambio… Él te llevará adonde quieras ir, si te conduces con inteligencia y encuentras los elementos apropiados para vencer los obstáculos.

Lee nuevamente el título de este libro: “La dieta exitosa”. ¿Por qué digo dieta exitosa? Porque si trabajas con tus pensamientos, si efectúas un plan alimentario saludable y una actividad física que te agrade, mejorarás tu calidad de vida y a través de ello alcanzarás el éxito.

Pon tu mente en acción. Es el comienzo del triunfo, no solamente en esta meta sino en todas las que te propongas. Si es necesario, déjate ayudar por un licenciado en Psicología. No sientas que estás loco; si no puedes solo, es más sano asumir que por un tiempo necesitarás orientación profesional. Antes de comenzar el tratamiento, acumula recursos para saber cómo actuar ante situaciones no esperadas, como las recaídas.

Insisto en afirmar que uno de los principales pilares de cualquier conquista es el cambio de actitud mental. Persevera en el camino y sin duda el éxito llegará a tu vida.

 

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