Testimonio extraído del libro Creo & Adelgazo. 1° Edición.

María Susana

Testimonio de una sanación

De cómo conocí a Dios

Cuando mi vida se me había ido de las manos, cuando ya no tenía gobierno, sino compulsión, cuando ya no me quedaban ni esperanzas, ni sueños…, anidé en el dolor. El dolor de no haber sido querida, el dolor de ser rechazada, el dolor de los abandonos y las pérdidas, el dolor de la violencia y los golpes continuos, el dolor de…

El dolor se me hizo hogar, angustia y final…

Siempre supe que existía Dios, pero sólo me hundí en su misterio cuando ya no tenía de dónde asirme, cuando ya mi vida no me pertenecía y cualquiera hacía conmigo lo que quería…, tan sólo porque lo único que yo buscaba era ser aceptada.

En el más terrible vacío, le pedí a Dios que me salvara…, que estaba dispuesta a hacer cuanto me pidiese. Y… si lo hacía, si me aliviaba, si me permitía ser feliz… aceptaría sus mandatos.

En ese instante, percibí que algo entraba en mí y que recorría mi cuerpo desde arriba hasta abajo; mi mente se abrió (se fue el embotamiento) y mi corazón comenzó a sentir una felicidad incontenible, infinita, inefable, irracional que no me abandonó y siento en la actualidad.

Así me comenzó a sanar Dios, un cambio de vida de 180 grados en el que no intervino la deliberación intelectual, sólo sucedió así: dejé de trasnochar, dejé de fumar, de jugar barajas, de comer mis uñas…, en definitiva…, dejé de arruinar mi vida.

Pero no me podía liberar de mi adicción a la comida, a pesar de mi deseo de vivir, pues el Señor aún tenía que acomodar algunas cosas para que la sanación definitiva sucediera.

Con tan sólo 1.47 m de altura, en el año 2005 estaba pesando 145 kilos. Tomaba en ese entonces pastillas para la presión, para el corazón, para la ansiedad, para los ataques de pánico, para la digestión, para la retención de líquidos, para dormir y para despertar, etc., incluida la vacuna contra la gripe.

El médico que me comenzó a tratar me quitó toda medicación y me dio una dieta que nunca cumplí. Cada dos meses me daba “Sepia” de diferente gradación. Bajé a lo largo de ese año veinte kilos sin el más mínimo cuidado en la alimentación ni ejercicio alguno.

En enero de 2006, hice la novena a la Virgen de la Candelaria, pidiendo que la madre de Dios intercediera por mi salud. Terminó en su fecha, el 2 de febrero de 2006, y como el 11 del mismo mes era el día de la Virgen de Lourdes, continué con una nueva novena, pero con el mismo pedido (que la madre de Dios intercediera por mi sanación).

Ese mes de febrero apareció en casa un hombre (evangelista) que me dijo que me quería ayudar a bajar de peso. Comenzamos a caminar dos veces por semana y una vez por semana me hacía masajes.

Ese mismo mes, reanudé mi terapia, pero esta vez con más empeño en sanarme, máxime porque, por herencia, en mi familia tenemos una estructura de pensamientos obsesivos y yo quería que mi psicóloga me ayudase a eliminar los pensamientos nocivos cuando se me instalasen.

 

De cómo conocí a Alicia Crocco

Por esos días, me viene a ver una señora de la iglesia (parroquia Santa Clara de Asís de Ciudadela) y me dice que conoce a una nutricionista que está por hacer un libro y que está buscando “hiperobesos”. Ese mismo día (lunes), me comuniqué con Alicia Crocco y concertamos una entrevista para el miércoles 15 de febrero de 2006.

A partir de ese momento, comencé a sentir una profunda angustia. Me costó dormir y me sobrevino una sensación de profundo desasosiego, mezcla de miedo, impotencia, incertidumbre y muchísima angustia. Y lloré…, lloré muchísimo… Toda la noche del martes, la incertidumbre me impedía pensar y reavivaba en mi memoria fracasos y dolor…

Por ese entonces, como expresé, NO hacía dieta. Y… no sabía si quería hacerla… Tantas veces había fracasado en mis intentos de sanación que temía hacer ese nuevo intento y sólo lograr acercarme más y más a mi muerte, a mi fin.

No obstante, el miércoles fui a ver a la licenciada Crocco, quien me recibió con alegría, me pidió mis análisis clínicos y otros antecedentes médicos, y me pesó. Para ese entonces ya estaba en los 125 kilos.

Durante toda la entrevista, traté de explicarle mi historia y la interminable cadena de fracasos y sufrimientos. Ella me alentaba con pensamientos positivos y me explicó, en una lista impresa, cómo debía combinar los alimentos. Al retirarme con dicha lista en la mano, tuve la sensación de no haber sido oída.

Mi negación a la dieta y a todo lo concerniente a la alimentación era tan fuerte que ya no hacía compras, tampoco cocinaba (comía en lo de mi madre, pedía por teléfono o salía). El punto era no ocuparme de la comida, algo que tuve que trabajar con mi psicóloga, asumirlo y revertirlo, con la ayuda de Dios, desde lo más profundo de mi alma.

 

De cómo Dios me está sanando

Las primeras semanas de dieta fueron espantosas. Mi mente se había obsesionado con el tema. No encontraba el queso magro que se me pedía, empecé a comer papa y batata, que hacía dos o tres años que no injería, e incorporé gran cantidad de vegetales, alimentos que no acostumbraba.

Mi mente estaba como embotada y ofuscada. En las entrevistas siguientes con Alicia, además de sentir que no me oía, empecé a sentir que estaba terriblemente sola: yo y mi adicción, mi adicción y yo. Me puse tan mal psicológicamente que sentí que Alicia no me escuchaba, no me entendía ni compartía mi vida, sólo me recibía con alegría, me pesaba, repetía pensamientos positivos y me alentaba. Nada de lo que yo precisaba.

Lo que necesitaba era que alguien se metiese en mis dificultades para hacer la dieta, que se hundiese conmigo tan profundo como mis caídas y me rescatase, que me ayudase a buscar las soluciones y me propusiera salidas alternativas, pero… no fue posible…

Ni Alicia, ni nadie me sostenía. El idioma del sufrimiento es a-conceptual y sólo lo puede hablar quien padece. Nadie puede comprender el idioma del dolor…, sólo Dios…

Era el Señor quien se presentaba en mi angustia, en mi soledad… Sólo Dios me animaba y a veces…, cuando pensaba en dejar todo, sólo Dios me fortalecía.

A poco de comenzar a hacer esta dieta, observé que bajaba más rápido de peso. Esto me ayudó mucho a “hacer un hábito” de esta nueva forma de alimentarme.

Recuerdo que a poco de comprometerme a hacer dieta comenzaron a invitarme a los cumpleaños. Todo era grasa y masa, nada dietético. Algunas fiestas las eludí, a otras tuve que ir pero comía antes, y en otras me tenté y me salí de la alimentación que me correspondía. Eso sí, el mismo día volvía a retomar el tratamiento.

Paralelamente, sin otra alternativa, empecé a abandonarme en Dios y, al hacerlo, mi mente se comenzó a descomprimir y la dieta fue dejando de ser traumática. Fui menguando la obsesión y llevando mi camino con más naturalidad. No obstante, algunas veces tuve dificultades.

Estoy en 112 kilos. Me estoy sanando. Continúo con el plan de Alicia Crocco, las caminatas y la terapia, pero, por sobre todas las cosas, siento que el poder de Dios me impulsa hacia mi sanación total y definitiva.

 

Gracias…, ¡Creador mío!

Suma perfección, Supremo bien.

Gracias por amarme infinitamente, por crearme y

recrearme a cada instante.

Gracias… por no hacer oídos sordos a mi dolor,

por infundir en mí tu Santo Espíritu

para que pudiera realizar lo que para mí era

“un imposible”.

Gracias por ser camino providente en el momento

de mi más terrible encrucijada y ya casi… sin salidas.

Gracias por donarme la vida de tu Santo Hijo, el buen Jesús,

porque con Él, que venció el mundo y la muerte,

puedo ir venciendo día a día

todas las fuerzas que me empujan a la muerte.

Gracias por acercarte a mí,

al punto de hacerte carne y pan por mí.

Gracias… por darme una madre cercana, como María,

que se ocupa de mí como vos querías.

Gracias también por mis hermanos…, tus siervos,

porque según su ciencia, dones y disponibilidad,

colaboran con vos en el plan de mi sanación total.

Sepa el mundo que desde siempre

todo lo bueno, bello y saludable en mí fue y es

“DON venido de ti,

maravilloso Dios nuestro”.

 

Gracias, licenciada Alicia Crocco, por tener un alma dócil a las inspiraciones del Señor y así ser un instrumento eficaz en el plan de restauración de quienes más sufrimos. Gracias y que Dios todopoderoso te bendiga grandemente.

María Susana

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