La cebolla es un alimento muy utilizado en la cocina. Sirve para dar sabor a las comidas y es muy versátil. Un error común que todos hemos cometido es guardar la cebolla en la heladera. ¿Cuáles son los motivos que hace que la cebolla no se deba guardar en la heladera?
Las cebollas son un elemento esencial en todas las cocinas del mundo. Es la base, junto al ajo, de muchísimas preparaciones saladas y un alimento altamente nutritivo. Desde tiempos inmemoriales, por su bajo costo (en la actualidad ha aumentado mucho) y facilidad de plantación, la cebolla ha sido un pilar alimenticio. Rica en minerales, calcio, magnesio, zinc, potasio y vitaminas A, B, C y E, la cebolla es una maravilla natural.
Por contener glucoquinina, una sustancia que baja el azúcar en sangre, la cebolla es conocida como la “insulina vegetal”. Además, la Fundación Española de la Nutrición recomienda su consumo por sus propiedades diuréticas y antisépticas.
Por eso, deberías cuidar particularmente bien las cebollas que guardas en casa para que no se echen a perder sus nutrientes y valiosas propiedades, y puedas sacarles el máximo provecho. En realidad y contrariamente a lo que todos piensan, las cebollas no necesitan congelación.
Estas verduras maravillosas pueden permanecer en un estado óptimo durante treinta días si las conservas en un lugar oscuro, fresco y seco (como en tu horno, por ejemplo, o arriba de una alacena). En cambio, si cometes el error común de meterlas en la heladera, corres el riesgo de arruinarlas.
Cuando metes una cebolla en la heladera, por la humedad de la atmósfera y la baja temperatura, harán que el almidón se convierta en glucosa. Eso hará que no solo ya no sirva para bajar los niveles de glucemia en sangre sino que hace que la cebolla se vuelva más blanda y pastosa. Mientras el sabor y las propiedades de las cebollas se arruinan con la refrigeración, el olor de esta verdura puede impregnar otros alimentos y, en general, todo la heladera.
Es por eso que lo más conveniente para guardar una cebolla (sea blanca, roja o morada), es mantenerlas en la bolsa o red en la que te las dieron en un lugar fresco, seco y oscuro. También, las puedes poner en algún bol en un lugar fresco, seco y ventilado de tu despensa. Así, a temperatura ambiente, las cebollas pueden durarte mucho más, evitas apestar tu refrigerador y no arruinas ninguna de sus propiedades alimenticias.
La cebolla es originaria de Asia, y se conoce desde más de seis milenios antes de cristo. De Asia, la cebolla llegó a Europa y su uso se extendió con las civilizaciones grecolatinas. De ahí, pasó a América durante la conquista.