En la medida que pueda realizarse una alimentación variada, con presencia regular de alimentos frescos y de buena calidad nutricional como leche, productos lácteos, verduras y frutas de todo tipo y color y carnes, es poco probable que sea necesario agregar productos fortificados en la alimentación, con excepción de algunos grupos de especial riesgo o vulnerabilidad.
No obstante, hay varios casos de alimentos cuya fortificación se justifica en la existencia de una carencia reconocida en algunos grupos de población. Hay tres ejemplos:
La fortificación de la leche con hierro.
- La fortificación de la harina de trigo y ácido fólico (más otras vitaminas del complejo B).
- La fortificación de la sal con yodo.
Los niños luego de los primeros 6 meses de edad y hasta los dos años son muy vulnerables a la deficiencia de hierro, así como las mujeres en edad fértil y las embarazadas o las niñas preadolescentes y adolescentes. Asimismo, las mujeres que se van a embarazar y las que cursan las primeras semanas del embarazo son vulnerables a la carencia de ácido fólico. EN estos grupos puede justificarse una estrategia de fortificación de alimentos que debería reunir por lo menos tres atributos:
Tratarse de alimentos saludables.
- Ser de consumo habitual en el grupo de población target (con deficiencias comprobadas científicamente).
- Ser económicas.
Por otra parte, hay alimentos que en su proceso industrial pierden algunos nutrientes que es necesario resustituir por medio de una fortificación. Por ejemplo: gran parte de la leche que se consume es semi descremada, en cuyo proceso de elaboración se pierden las vitaminas A y D que permanecen junto al componente graso de la leche.
Lo mismo sucede con la harina de trigo. La harina es muy refinad en ese proceso también pierde varios minerales y vitaminas, que son restituidos mediante el proceso de fortificación.
En ambos casos, leche y harina, la fortificación con hierro, vigente desde hace pocos años es importante ya que su deficiencia, produce anemia, que es una de las principales enfermedades nutricionales que afectan a los niños más pequeños , que son grandes consumidores de leche y en las mujeres que son grandes consumidoras de pan.