El aspecto del alimento no es el indicador más apropiados para determinar si un alimento es apto para el consumo o no. Pueden presentar gérmenes patógenos. Las bacterias que causan intoxicaciones no cambian ni el aspecto, ni el olor o el sabor de los alimentos. Estas bacterias proceden de heces de animales y del suelo. Entre las principales responsables de intoxicaciones están Salmonella, Campylobacter jejuni, Staphylococccus aureus, E. coli y Listeria monocytogenes. Aparecen sobre todo a temperaturas de entre 5 ºC y 60 ºC, conocida como la zona de peligro. Al cabo de dos horas a estas temperaturas, un alimento puede contaminarse. En este caso puede ser que no produzcan mal olor y tenga un buen sabor.
Un alimento puede tener una apariencia normal y puede ser nocivo para la salud si se dan las condiciones. Esto demuestra que el aspecto, la textura, el olor o el sabor no son indicadores confiables en su totalidad.
Supongamos que este mismo alimento se somete a una mala conservación, puede desarrollar microorganismos patógenos.
También, puede darse el caso de que un alimento alterado no esté contaminado ni sea nocivo. Ej: Una galleta que se ha oxidado: a pesar de que su sabor no sea tan aceptable no presenta riesgo. En cambio, la mayonesa cuando está invadida de Salmonella tiene un aspecto y olor que son normales, con lo cual no se dudaría de comerla pero, si se hace, se puede sufrir una intoxicación alimentaria.
¿Cómo saber si un alimento todavía es bueno?
El olor no es un buen indicador. Cuando un plato de comida preparada comienza a presentar signos de deterioro significa que las bacterias de descomposición se han apoderado del alimento, y estas son distintas de las que causan intoxicación alimentaria. El deterioro es un cambio indeseable en la composición de los alimentos. Un ejemplo es Pseudomonas, una bacteria que puede originar deterioro en la carne, pescado, huevos, leche y quesos y, en general, es la responsable del olor a podrido que puede acompañar las carnes refrigeradas. Las bacterias de descomposición no producen enfermedad a pesar de que la comida no es agradable para comer.
Si las bacterias, los hongos que hay en la comida, en el aire o en el medio, en las manos y en los utensilios con los que se manipulan los alimentos, se encuentran en condiciones de temperatura, de humedad, etc.) favorables en su actividad, proliferan y deterioran los alimentos. Las bacterias que causan intoxicaciones no cambian ni el aspecto, ni el olor o el sabor de los alimentos. Estas bacterias proceden de heces de animales y del suelo. Entre las principales responsables de intoxicaciones están Salmonella, Campylobacter jejuni, Staphylococccus aureus, E. coli y Listeria monocytogenes. Aparecen sobre todo a temperaturas de entre 5 ºC y 60 ºC, conocida como la zona de peligro. Al cabo de dos horas a estas temperaturas, un alimento puede contaminarse. En este caso puede ser que no produzcan mal olor y tenga un buen sabor.
En algunos alimentos, es posible fijarse en aspectos concretos para saber si pueden comer o no:
- En el queso aparecen mohos en la superficie, que se pueden retirar con un cuchillo. Pero, si se quiere evitar que se eche a perder, se puede conservar en un recipiente hermético.
- Los productos lácteos, como la leche o el queso, huelen mal cuando se han estropeado. Si tienen un gusto agrio es que ya no son aptos para comer.
- Los huevos llevan un código que indica su fecha de caducidad. Para saber si un huevo está en buen estado, puede sumergirse en agua: si se hunde, significa que es fresco; si flota, significa que está pasado.
- Los embutidos pueden tener un aspecto no muy agradable a causa de la oxidación, pero si huelen bien son aptos para el consumo.
- Las sobras de comida preparada pueden conservarse en la nevera entre uno y tres días, siempre que se guarden bien en envases herméticos.
- El arroz, una vez hervido, puede formar esporas de bacterias. Si se mantiene un rato caliente sin comerlo, las esporas pueden germinar y ser peligrosas. Por eso es recomendable comerlo o enfriarlo con rapidez.
- Fuente: Consumer.es