Los alimentos ultraprocesados lo hacen susceptible al COVID-19

Una alimentación a base de alimentos ultraprocesados hace que las personas sean más susceptibles al COVID-19 ya que causa disfunción metabólica y daña el sistema inmunológico.
Los alimentos ultraprocesados aumentan el riesgo de obesidad, cáncer, diabetes tipo 2, enfermedad cardiovascular, cálculos biliares y comprometen el microbioma intestinal.
Los alimentos ultraprocesados aumentan la rapidez con que comen las personas y retrasan la sensación de saciedad.
Las grandes compañías de alimentos se han dirigido a personas de bajos ingresos con una gran comercialización de alimentos ultraprocesados que causan muchos problemas de salud en algunas comunidades.
Los alimentos ultraprocesados se basan en monocultivos destructivos para el medio ambiente, operaciones concentradas de alimentación animal, fertilizantes y pesticidas.

A medida que el mundo se ocupa de la pandemia de COVID-19, los artículos científicos se han centrado en quiénes son más vulnerables a contraer el virus. Parece que las personas de edad avanzada, con sobrepeso y que padecen una afección de salud subyacente, como diabetes o presión arterial alta, corren el mayor riesgo. Pero el consumo de alimentos ultraprocesados cada vez se considera más como un factor de riesgo para contraer COVID-19

Los alimentos ultraprocesados aumentan el riesgo de afecciones como obesidad, cáncer, diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y cálculos biliares, que lo hacen más susceptible a contraer enfermedades como el COVID-19. De hecho, según un estudio publicado en 2019, si diario consume cuatro porciones de alimentos ultraprocesados aumenta el riesgo de muerte prematura en un 62 %.

Cuando se trata de combatir el COVID-19, los alimentos ultraprocesados representan otro peligro para la salud: comprometen el microbioma intestinal, que desempeña un papel importante en la respuesta inmunológica de tu cuerpo a la infección y en el mantenimiento de la salud en general. De hecho, antes de que apareciera el virus que causa COVID-19, los alimentos ultraprocesados ya eran una mala opción, pero durante la pandemia actual se ha descubierto que son muy peligrosos.

Ten cuidado con los alimentos ultraprocesados

¿Qué son los alimentos ultraprocesados, a veces denominados UPF (por sus siglas en inglés)? De acuerdo con el sistema de Clasificación de Alimentos NOVA, diseñado por el Centro de Estudios Epidemiológicos en Salud y Nutrición, son:

“Formulaciones industriales elaboradas en su totalidad o, a partir de sustancias extraídas de alimentos (aceites, grasas, azúcar, almidón y proteínas) derivadas de componentes alimenticios (grasas hidrotenadas y almidón modificado),o sintetizadas en laboratorios a partir de sustratos alimenticios u otras fuentes orgánicas (potenciadores de sabor, colores y varios aditivos alimenticios que se utilizan para hacer que el producto sea llamativo).

Las técnicas de fabricación incluyen extrusión, moldeo y procesamiento al freírse. Las bebidas pueden ser ultraprocesadas”.

Las grandes compañías de alimentos que comercializan los alimentos ultraprocesados por su potencial rentable, constituyen alrededor del 25 % al 60 % del consumo diario de energía en muchos países, según Science Daily. Incluyen:

Productos horneados y bocadillos envasados, bebidas gaseosas, cereales azucarados, alimentos preparados que contienen aditivos alimenticios, sopas de verduras deshidratadas y productos de carne y de pescado reconstituidos, que a menudo contienen altos niveles de azúcar, grasa y sal añadida, pero carecen de vitaminas y fibra”.

Aunque es tentador descartar los peligros de los UPF al decir que todos los alimentos, están “procesados”, el escritor de alimentos Bee Wilson dice que ese no es el caso:

“Los UPF son diferentes. Se procesan de una forma que va mucho más allá de la cocción o la fermentación, y también pueden estar cubiertos de propiedades saludables. Bettina Elias Siegel, la autora de Kid Food: The Challenge of Feeding Children in a Highly Processed World … “existe mucha diferencia entre una zanahoria cocida y una bolsa de bocadillos con sabor a zanahoria” …”

Además, Wilson les advierte a los consumidores que las grandes compañías de alimentos los engañan deliberadamente. Cuando se consideró la grasa como causa de obesidad, la industria alimentaria lanzó productos bajos en grasa. Cuando el azúcar se convirtió en el culpable, las grandes compañías de alimentos comercializaron bebidas endulzadas de forma artificial.

Los fabricantes de los UPF también lanzaron campañas exitosas para convencer al público de que la obesidad no es causada por sus productos, sino por la falta de ejercicio. Coca-Cola se encuentra entre ellos y, con ese fin, ha proporcionado fondos a universidades y a muchos grupos de médicos, incluyendo la Asociación Americana del Corazon, la Asociación Americana del Pulmón, el Colegio Americano de Cardiología y la Academia Americana de Pediatría.

No puede evitar preguntarse si esa es la razón por la cual Harvard Medical School/Partners in Health, un receptor de fondos de Coca-Cola, escribe esto sobre la obesidad:

“La obesidad es el resultado del desequilibrio energético: se consumen demasiadas calorías, pero quema muy pocas. Varios factores influyen en la cantidad de calorías que (o cuánta “energía”) queman las personas cada día, entre ellas, la edad, el tamaño corporal y los genes. Pero el factor más variable, y más fácil de modificar, es la actividad que las personas realizan cada día”.

La obesidad está cada vez más relacionada a casos graves de COVID-19 que requieren hospitalización, incluso entre los jóvenes, según The New York Times. Las razones no están del todo claras, pero la obesidad abdominal puede causar la compresión de los pulmones y el diafragma, lo que perjudica la capacidad respiratoria.

Otros factores que podrían explicar la relación entre la obesidad y los casos graves de COVID-19 podrían incluir afecciones respiratorias preexistentes, una mayor cantidad de citocinas proinflamatorias circulantes e inflamación de bajo grado. Casi 80 millones de personas en Estados Unidos, equivalente al 42 % de la población, son obesos.

Un informe publicado por el Centro Nacional de Auditoría e Investigación de Cuidados Intensivos sobre 196 pacientes muy enfermos de COVID-19 encontró que 56 pacientes tenían un índice de masa corporal (IMC) de 25 a 30, que se clasifica como sobrepeso. 58 tenían un IMC de 30 a 40, lo que indica obesidad, y 13 tenían un IMC de 40 o más, que se considera como obesidad severa. En el estudio, el 71.7 % de los pacientes graves tenían sobrepeso, obesidad u obesidad severa.


Los alimentos ultraprocesados deterioran el microbioma

Dos estudios publicados por The BMJ en 2019 consideraron que los alimentos ultraprocesados son una amenaza para la salud pública de todo el mundo. En una redacción, los investigadores australianos argumentan que se deben conocer los efectos negativos de los UPF en el microbioma intestinal.

La ciencia ha revelado cada vez más el gran efecto de la alimentación en el microbioma humano y su capacidad para evitar enfermedades. Según Tim Spector, profesor de epidemiología genética en el King’s College de Londres, dice que cuanto más diverso es un microbioma con microorganismos sanos, mejor estara su sistema inmunológico, en especial porque el COVID-19 se ha extendido por todo el mundo. Spector dice en The Conversation:

“Además de generar una respuesta a patógenos infecciosos como el coronavirus, un microbioma intestinal saludable también ayuda a prevenir reacciones inmunológicas muy peligrosas que dañan los pulmones y otros órganos vitales”. Estas respuestas inmunológicas excesivas pueden causar insuficiencia respiratoria y llegar hasta la muerte.

Los detalles de las interacciones entre el microbioma intestinal y el sistema inmunológico no se comprenden por completo. Pero parece que existe una relación entre la composición del microbioma y la inflamación, una de las características de la respuesta inmunológica. Las bacterias intestinales producen muchos químicos beneficiosos”.

Los los alimentos fermentados y los probióticos son la mejor opción para tener un microbioma saludable, pero solo, si se elaboran de forma tradicional y sin pasteurizar. Las opciones fermentadas saludables incluyen lassi (una bebida de yogur indio), leche orgánica fermentada (kéfir), oya fermentada o natto y diferentes tipos de fermentaciones de repollo, nabos, berenjenas, pepinos, cebollas, calabazas y zanahorias.

Los antibióticos se deben evitar, a menos que sean muy necesarios, pero si no es posible, se deben contrarrestar con alimentos fermentados y probióticos. Ten en cuenta que las carnes de animales criados de forma convencional también son una fuente de antibióticos porque a los animales se les da medicamentos de forma rutinaria. Los granos genéticamente modificados y el agua clorada o fluorada también pueden destruir la flora intestinal.

Los UPF han puesto en riesgo a millones de personas al virus del COVID-19

Los alimentos ultraprocesados están diseñados para ser muy atractivos, hiperpalables y formadores de hábitos, gracias a los aditivos, el envase astuto, la comercialización y la “conveniencia”. Sin embargo, los UPF crean una saciedad sin las vitaminas, minerales, enzimas vivas, micronutrientes, grasas saludables ni con proteínas de alta calidad que su cuerpo necesita. Los UPF aumentan la rapidez con que las personas comen y retrasan la “saciedad”, causan obesidad y disfunción metabólica.

El Dr. Aseem Malhotra es un cardiólogo consultor en el Hospital Lister en Stevenage, Inglaterra. Según un artículo que escribió en European Scientist, los UPF causan:

“enfermedad metabólica crónica que puede afectar a muchas personas de peso ‘normal’. Además, la obesidad sarcopénica puede clasificar de forma errónea a muchos pacientes de edad avanzada al creer que tienen un IMC normal cuando ingresan en el hospital por COVID-19. No existe un peso saludable, solo una persona sana.

Un comentario reciente de In Nature afirma que ‘los pacientes con diabetes tipo 2 y síndrome metabólico podrían tener un riesgo 10 veces mayor de muerte cuando contraen COVID-19’ y en los pacientes con diabetes, ha solicitado un estricto control de glucosa y metabólico con el fin de mejorar los resultados”.

Kristin Lawless, autora del libro, “Formerly Known As Food: How the Industrial Food System Is Changing Our Minds, Bodies, and Culture”, también considera que existen correlaciones entre la disfunción metabólica y ceder al COVID-19:

“Estas condiciones subyacentes se correlacionan con una mayor morbilidad y mortalidad para quienes contraen el virus. Los resultados preliminares demuestran que la disfunción metabólica causa muchas complicaciones por COVID-19 y aunque parezca increíble, solo el 12 % de la población adulta de Estados Unidos se considera metabólicamente saludable.

La disfunción metabólica tiene una fuente principal: nuestro suministro de alimentos altamente procesados, con mucha azúcar y pocos nutrientes”.

Aunque las millones de personas que sufren del síndrome metabólico por los UPF no se consideran tan urgentes como COVID-19, los problemas son los mismo, según Malhotra. Los gobiernos, además de decirle a las personas que se queden en casa para cuidar sus vidas durante la pandemia de COVID-19, deben abordar su alimentación, afirma. Entonces, expone lo siguiente:

” Un mensaje importante de salud para la población, debería ser ‘consumir alimentos reales, proteger el NHS y salvar vidas’.

Éstas medidas respaldadas por cambios en las políticas pueden salvar cientos y miles de vidas en todo el mundo en los próximos meses, y debido a la alta probabilidad de que exista otra pandemia viral internacional en la próxima década, una población más saludable estará mucho mejor equipada para tratar lo que probablemente no cause tantas muertes”.

Los UPF son muy dañinos para las comunidades de bajos recursos

Las personas que viven en la pobreza, ya sea en países en desarrollo o avanzados, son más vulnerables a los problemas de salud por los alimentos ultraprocesados y COVID-19. De acuerdo con Malhotra:

” El número desproporcionado de personas de grupos minoritarios negros y étnicos que ceden al virus se pueden explicar en parte por un riesgo mayor de enfermedad metabólica crónica”.

Incluso antes de la pandemia de COVID-19, las grandes compañías de alimentos se enfocaban en las personas de bajos recursos para comercializar los UPF. Tras las iniciativas de Brasil para combatir la tendencia, Ecuador, Uruguay y Perú han exhortado a los ciudadanos a evitar los UPF en favor de los alimentos naturales. Los desiertos de alimentos favorecen la explotación alimenticia de las personas de bajos recursos, según Lawless:

“Nuevos datos demuestran que las personas negras muren a tasas más altas del COVID-19 que otras personas de color. Es cierto que la falta de atención médica y la mala calidad de la atención dan forma a los resultados, y está bien documentado que las tasas de pobreza entre las personas de color son más altas que en las poblaciones blancas.

Quizás es menos obvia la influencia de la publicidad de la industria alimentaria que se enfoca en las personas de color en vecindarios con poco acceso a alimentos frescos y enteros. Esto significa que muchas personas de color dependen de la comida rápida y los alimentos envasados baratos que brindan más beneficios calóricos debido a su situación económica.

A nivel nacional, las personas de tex negra tienen tasas mucho más altas de enfermedades relacionadas con la alimentación: los adultos de tez negra tienen una probabilidad 60 % mayor de ser diagnosticados con diabetes que los adultos blancos”.

El USDA define un desierto alimentario como una zona de bajos recursos donde muchos residentes no tienen fácil acceso a un supermercado o una tienda de comestibles. Además de la falta de tiendas de alimentos que ofrezcan alimentos saludables existe la falta de transporte para llegar a las tiendas. Los residentes que tienen que caminar con sus alimentos o tomar el autobús pueden llevar menos alimentos, y transportar artículos perecederos es muy difícil.

Según el USDA, muchos tipos de organizaciones como empresas, gobiernos locales y organizaciones sin fines de lucro son elegibles para recibir asistencia para tratar los problemas creados por los desiertos alimentarios. Sin embargo, al igual que para desalentar el consumo de los UPF, tales cambios toman tiempo y en realidad no ocurrirán durante la pandemia de COVID-19.

Otras causas ambientales de COVID-19

Una alimentación basada en UPF pone a las personas en riesgo de sufrir COVID-19 debido a la degradación metabólica, del sistema inmunológico y del microbioma. Pero la pandemia de coronavirus también tiene causas y repercusiones ambientales, dice Lawless:

“En todo el mundo, la agricultura industrial ha enviado a los pequeños agricultores a los bosques donde hay estos tipos de patógenos. La destrucción de los bosques también ha enviado a quienes traen animales salvajes a los mercados de la ciudad a zonas forestales remotas, lo que resulta en la exposición humana a nuevos patógenos.

Además, los animales confinados en las granjas industriales son incubadoras perfectas cuando estos patógenos se extienden: las condiciones insalubres y estrechas entre los animales con una genética casi idéntica significa que los virus se propagan con rapidez y con frecuencia se vuelven más virulentos”.

Ya sea que las personas cuya susceptibilidad a la enfermedad haya incrementado por la agricultura industrial o por la propagación de virus, la mayoría de los expertos están de acuerdo en que necesitamos una revisión radical de todo el sistema de producción y distribución de alimentos. Según Lawless:

“Primero, nuestro sistema alimentario industrial diezma nuestro medio ambiente. Segundo, nuestro suministro de alimentos procesados, sin nutrientes y químicamente saturados, cambia nuestros cuerpos de adentro hacia afuera.

Las granjas de monocultivos a gran escala, las operaciones concentradas de alimentación animal, fertilizantes, pesticidas, maquinaria de gas, instalaciones de almacenamiento, plantas de fabricación y métodos de envío dependen y son posibles gracias a los combustibles fósiles … Un nuevo análisis de Harvard demuestra que la exposición a las partículas finas se correlaciona con las muertes por COVID-19.

La quema de combustible genera partículas finas peligrosas, que matan a 7 millones de personas cada año en todo el mundo”.

Si existe un momento para considerar nuestros hábitos alimenticios y el dominio de los sistemas agrícolas nocivos es ahora, durante esta pandemia de coronavirus.

Fuente: Marcola

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