El ADN tiene mucho que decir sobre nuestra alimentación: a medida que avanzan las investigaciones se conoce más acerca de cómo inciden ciertas mutaciones en problemas metabólicos concretos.
El estudio del genoma humano se remonta a mediados del siglo XX, pero no ha sido hasta abril de este año cuando se ha publicado el primer genoma completo. En nuestro ADN se esconde todavía mucha información que puede mejorar nuestra salud. Cada vez se conoce más sobre la influencia de los genes en la obesidad, en las intolerancias alimentarias o en el riesgo cardiovascular. Esto es lo que dice nuestro ADN en el terreno de la alimentación.
Vínculos entre la alimentación y los genes
El ser humano tiene más de 40.000 genes que se codifican de diferente manera en cada individuo, haciéndole único. Se conocen más de 50 rasgos genéticos que hacen que los mismos hábitos no tengan efectos idénticos en personas distintas. Por esta razón, los test genéticos se han convertido en una prometedora herramienta para la medicina preventiva.
Se realizan a partir de una muestra de saliva, que se envía al laboratorio para extraer el ADN, analizar su secuencia y buscar los posibles polimorfismos relacionados con ciertas patologías. A partir de ahí, se pauta una dieta.
Por ahora, la sanidad pública no los cubre, son caros (unos 300 euros) y se llevan a cabo en clínicas privadas. Algunas secuencian el genoma completo. Otras, más asequibles, solo buscan aquellos genes relacionados con las patologías asociadas a un determinado problema.
A medida que avanzan las investigaciones se van descubriendo cómo inciden ciertas mutaciones en problemas metabólicos concretos. Más aún, conocer esta asociación no implica necesariamente que siempre se puedan dar recomendaciones nutricionales contrastadas. Queda mucho camino por recorrer.
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Cerca, pero no al alcance de todos. El empleo de las tecnologías genéticas en el ámbito de la alimentación y la nutrición comienza a democratizarse. Así, por ejemplo, hoy es posible adquirir en farmacias o en Internet tests que detectan distintas intolerancias alimentarias (algo que exige al consumidor tomar ciertas cautelas, pues no existe una regulación específica para estos productos).
Pero llegar a dietas personalizadas basadas en la genética de cada persona será un hito que requiere aún de largos años de investigación. Algunas líneas de trabajo son las siguientes:
- Hambre y saciedad. Con el estudio de los genes se puede buscar si hay alguna alteración en los mecanismos hormonales que regulan el binomio hambre/saciedad.
- Tendencia a engordar. Se analiza la respuesta del organismo a las modificaciones en la dieta y al ejercicio físico, esto es, si empieza a quemar los depósitos de grasa con facilidad o si, por el contrario, opta por la destrucción muscular.
- Metabolismo. El análisis de los genes relacionados con la absorción, metabolización y acumulación de las grasas e hidratos de carbono permite configurar dietas personalizadas variando la proporción de uno u otro nutriente.
- Intolerancias alimentarias. Muchas se deben a alteraciones genéticas de las enzimas que intervienen en el metabolismo del nutriente específico. Es el caso de la intolerancia a la lactosa o la mala absorción de la fructosa.
- Riesgo cardiovascular. Se analiza, por ejemplo, si una dieta con alto contenido en omega 3 reduce el riesgo de enfermedad cardiovascular en un determinado perfil de personas o no. O si hay una mutación en el gen LDLR (el famoso “colesterol genético”).
A pesar de los avances de los últimos años, todavía queda mucho por descubrir para desarrollar completamente la nutrición de precisión. “Hemos avanzado, pero no al punto que un relojero daría por bueno para vender su reloj”, ilustra José María Ordovás, investigador en el Centro de Investigación en Nutrición Humana y Envejecimiento (HNRCA) en Boston (EE. UU.).
¿Cuánto tiempo se puede tardar en conseguir ofrecer recomendaciones personalizadas a cada paciente? “Esta es posiblemente la pregunta más difícil de contestar. Cuando inicié esta área de la investigación en los ochenta aseguraba que en los próximos cinco años, y he seguido diciendo lo mismo durante más de cuatro décadas. Pero creo que ahora será verdad”, opina Ordovás, que hace suya una frase del físico danés Niels Bohr: “Predecir es muy difícil, especialmente si es sobre el futuro”.
Fuente: Consumer.es