Se caracteriza por la elevación de la glucemia o presencia de azúcar en la sangre. La obesidad y los factores hereditarios predisponen a su aparición. Su desarrollo es lento y en general no produce síntomas, a tal punto que un 50% de los diabéticos ignoran su condición de tales; esto es peligroso porque favorece el avance de la enfermedad y la aparición de complicaciones circulatorias que pueden afectar el corazón, el sistema nervioso, las piernas y los pies.
La diabetes se origina en la deficiencia de una hormona llamada insulina, ya sea porque el páncreas no la segrega o porque lo hace en poca cantidad y el organismo no la utiliza de manera adecuada. La insulina se encarga de que los nutrientes (hidratos de carbono, proteínas y grasas) que ingresan con los alimentos sean aprovechados. Si no cumple esa función da lugar a la hiperglucemia (aumento de los niveles de azúcar en sangre) y, en algunos casos, provoca fatiga, polidipsia (mucha sed), poliuria (necesidad de orinar con frecuencia), polifagia (mucho apetito) y visión borrosa.
Existen varios tipos de diabetes. Las más comunes son la insulinodependiente (necesita inyección diaria de insulina) y la del adulto o tipo II. Me referiré a esta última, que se relaciona con el exceso de peso. Se ha comprobado a través de estudios que un descenso de peso moderado (de 4,5 a 9 kilos) y a largo plazo mejora la glucemia y los resultados de otros estudios que debe solicitar el médico para efectuar el diagnóstico e indicar el tratamiento de la enfermedad.
El tratamiento de la diabetes tipo II se apoya sobre dos pilares fundamentales: la alimentación y actividad física.
Objetivos del tratamiento
Lo que se busca con el tratamiento es:
* Que desaparezcan los síntomas (si existen).
* Que la glucemia esté en cifras normales para prevenir las complicaciones que surgen cuando la enfermedad está mal tratada.
* Que la presión arterial se mantenga en valores normales para prevenir enfermedades vasculares.
* Que se controlen los niveles de colesterol, LDL y triglicéridos para evitar enfermedades cardiovasculares y aterosclerosis.
Para ello, no debes efectuar una dieta que salga publicada en una revista, ni la que sigue otra persona diabética, sino un plan alimentario adaptado a ti. Debes lograr una correcta educación alimentaria, con la ayuda de un profesional especialista en nutrición que tenga conocimientos sobre diabetes. Él te indicará la dieta apropiada para ti, te enseñará a elegir los alimentos y a erradicar mitos acerca de restricciones que no son necesarias para que tu tratamiento resulte exitoso. No aceptes como verdadero todo lo que leas. Examina la información que obtengas, verifica que presente citas bibliográficas referentes a su fundamento científico.
La diabetes tipo II no es menos grave que la insulinodependiente. Si no se toman precauciones para evitar la progresión de la enfermedad, mediante la alimentación correcta y la actividad física diaria, con el tiempo aparecen las complicaciones, y el diabético puede llegar a morir por cardiopatías, accidentes cerebrovasculares u otras.
Si eres diabético, controla tu peso para evitar la obesidad. Muchas veces, cuando se normaliza el peso se normalizan también los valores de la glucemia.
Recuerda que la actividad física es un pilar complementario. Junto con una alimentación adecuada, contribuye a que los valores alterados se regularicen.
Además, no fumes. Si lo haces, toma conciencia de los daños que produce el cigarrillo y abandona el hábito.
Plan de alimentación
Es fundamental para el tratamiento de la diabetes, ya que en muchos casos se logra controlar la enfermedad mediante la dieta, sin necesidad de medicación. Si un plan nutricional apropiado no basta para conseguir una variación favorable de los niveles de glucemia, el médico diabetólogo seguramente te recetará la medicación que necesites, o la inyección de insulina en caso de que la requieras.
Hace muchos años, para diseñar la dieta del diabético se distribuía el valor calórico total (V.C.T) en 40% de hidratos de carbono, 20% de proteínas y 40% de grasas.
Luego se comprobó que las dietas de ese tipo no favorecen la estabilidad de la glucemia y que, si se suministra una cantidad insuficiente de hidratos de carbono, el organismo no puede obtener energía de ellos y utiliza la que proviene de las proteínas. Como consecuencia se registra un balance negativo de nitrógeno, que resulta perjudicial porque el nitrógeno es necesario para el mantenimiento y crecimiento de los tejidos.
El porcentaje que se asignaba a las grasas no era del todo erróneo. Hoy se sabe que el peligro de su consumo depende no tanto de la cantidad como del tipo de las grasas (págs. xx a zz) que se incluyen en el plan alimentario. En estudios que proporcionaron hasta 40% de grasas totales, se demostró que cuando eran principalmente monoinsaturadas se conseguía una respuesta vascular mucho más favorable. Lo correcto es confeccionar un plan nutricional que tienda a disminuir el riesgo de que se produzcan dislipemias (aumento del colesterol, el LDL y los triglicéridos en sangre), y para ello es preciso realizar una buena selección de las grasas.
En la actualidad se determina el V.C.T. de acuerdo con las características individuales de sexo, edad, actividad, gustos, referencias culturales y hábitos alimentarios, con las correcciones que correspondan y con los porcentajes de los principios nutritivos (hidratos de carbono, proteínas y grasas) en valores normales.
De acuerdo con el consenso de los expertos, no existe ninguna evidencia científica que modifique las recomendaciones de 1994. Por lo tanto, la alimentación del diabético debe contener glúcidos (hidratos de carbono), en proporción de 60 a 70% del V.C.T., y AGMI (ácidos grasos monoinsaturados). A fin de establecer la proporción de AGMI se deberá tener en cuenta el perfil metabólico con relación al al perfil de lípidos o grasas sanguíneas (LDL, colesterol total, triglicéridos) y las necesidades de pérdida de peso.
Características del plan nutricional
Deberás aprender a distinguir, dentro de un mismo grupo de alimentos, cuáles te convienen y qué formas de preparación son las correctas. No todos los alimentos de un mismo grupo actúan de igual manera, ni todas las formas de preparación de un mismo alimento producen igual efecto.
Recuerda que la velocidad con que el organismo convierte los glúcidos o hidratos de carbono en glucosa y la traspasa a la sangre se mide por el índice glucémico (I.G.). El I.G. de la papa fría en ensalada, por ejemplo, no es igual al de la papa caliente en puré; la primera posee un I.G. más bajo, porque aumenta la glucemia lentamente, mientras que la segunda lo hace con rapidez y por eso tiene un I.G. más alto.
Glúcidos. Aunque no existen suficientes evidencias científicas de los beneficios a largo plazo como para recomendar a los diabéticos tipo II el consumo general de alimentos de bajo I.G., se ha comprobado que reducen la hiperglucemia post prandial (aumento de la glucemia en sangre después de la comida), y no está de más que lo tengas en cuenta.
Por otra parte, un consumo de fibra de 50 g/día puede resultar beneficioso, pero no es saludable ingerir una cantidad tan elevada durante mucho tiempo. Lo más recomendable es preferir alimentos de bajo I.G. y alto porcentaje de fibra.
El plan nutricional no debe incluir más del 10% de glúcidos simples. Esto no significa que los diabéticos no puedan consumir alimentos que contengan azúcares simples, sino que deben restringirlos y saber cuál es la mejor manera de incorporarlos.
Los endulzantes son seguros cuando se consumen respetando la IDA (ingesta diaria adecuada). La sacarosa (azúcar común) no aumenta la glucemia en mayor medida que cantidades iguales de almidones (papa, batata, choclo, arroz); si se la incluye en el plan, debe sustituir a otras fuentes de glúcidos o, según el caso, cubrirse con medicación oral. La fructosa reduce la glucemia post prandial cuando reemplaza a la sacarosa o al almidón, pero en cantidades elevadas puede producir efectos adversos sobre los lípidos.
Proteínas. El aporte debe cubrir de un 10 a un 20% del V.C.T. (1 g/kg de peso/día). Cuando no existen alteraciones renales, no es necesario disminuirlas.
Grasas. La selección influye más que el porcentaje. No obstante, la cantidad no debe ser excesiva, para no aumentar el ingreso de calorías; la alimentación pobre en grasas a largo plazo contribuye a lograr una pérdida de peso moderada y un mejoramiento de los lípidos sanguíneos.
En el plan nutricional del diabético debe existir una gran prevalencia, del 12 al 15% del V.C.T., de grasas monoinsaturadas, con 8 al 10% para la suma de grasas poliinsaturadas más grasas trans y menos de 300 mg diarios de colesterol. Hay personas que requieren un aporte aun menor de grasas saturadas y trans (7% del V.C.T.), como asimismo de colesterol (200 mg%).
Una alta proporción de grasas saturadas aumenta el riesgo de enfermedad cardiovascular y muerte coronaria. En cambio, si se reemplazan en gran parte por grasas poliinsaturadas, como omega-6 y omega-3, el riesgo se reduce. Para combinar omega-3 marinos y omega-3 vegetales, se recomienda consumir por lo menos dos veces por semana pescados grasos (atún, caballa), como asimismo semillas de lino.
Las grasas monoinsaturadas contribuyen a bajar el colesterol total y el LDL, aunque no tanto como las poliinsaturadas. No obstante, estas últimas presentan riesgo de oxidación, por lo que resulta más útil dar preponderancia a las monoinsaturadas.
En cuanto al colesterol alimentario, existe una moderada evidencia de que puede aumentar el colesterol sanguíneo total y el LDL, aunque no tanto como lo hacen las grasas saturadas y las trans. Las personas con bajo riesgo coronario pueden comer hasta un huevo por día; en estudios recientes se comprobó que esa cantidad no aumenta el nivel de colesterol. En cambio, los individuos con alto riesgo no deben ingerir más de 3 unidades semanales.
Cloruro de sodio (sal común). Se calculan 1000 mg de sodio por cada 1000 calorías, dado que los diabéticos tienen labilidad de sus vasos sanguíneos y, por lo tanto, deben evitar la hipertensión arterial.
Alimentos de bajo índice glucémico
En la página xx figuran las tablas con el I.G. de numerosos alimentos. Aquí te ofrezco una enumeración de los que tienen valores más bajos, para ayudarte a elegirlos.
Panes: Los que contienen más fibra: integral, pumpernickel, de salvado, de centeno, de avena. Si no toleras el pan negro, consume el llamado pita o árabe, que no tiene miga.
Pastas. Las simples de laminado grueso (fettucini, vermicelli, espagueti, macarrones) al dente, preferentemente integrales, o las rellenas con verdura y carne o con verdura y ricota, para sumarles proteínas.
Cereales. Fundamentalmente los parboilizados: cebada perlada, arroz, arroz integral, trigo burgol, trigo entero.
Cereales para el desayuno. All Bran, Nutrigrain, Special K. No consumas yogur con cereales, en particular yogur dietético con Cornflex, porque podrías sufrir una hiperglucemia. El yogur es una leche predigerida y los Cornflex son hojuelas dextrinizadas; ambos elevan la glucemia rápidamente.
Legumbres. Todas: porotos comunes, de soja u otros, lentejas, arvejas. Si no estás acostumbrado a su consumo, pruébalas gradualmente, comenzando por cucharadas.
Vegetales feculentos. Mandioca, choclo, batata, papa cocida al vapor y fría.
Otros vegetales. Los que se pueden comer crudos: achicoria, berro, repollo blanco y colorado, champiñones, endibias, escarola, espinaca, todo tipo de lechugas, pepino, radicheta, rabanitos, zapallitos; contienen mucha fibra, mucho agua y poco hidratos de carbono simples. La zanahoria y la remolacha también resultan indicadas, porque su sabor dulce no obedece a la presencia de azúcar sino de benzoato de sodio.
Frutas. Cerezas, pomelo, banana poco madura, pera, naranja, uva con piel (10 granos grandes), durazno, ciruela. Trata de variar, no elijas siempre manzana.
Carnes. Las magras, blancas y rojas. Los pescados grasos, por ser fuente de omega-3; se aconseja consumir pescados azules 2 a 3 veces por semana como mínimo.
Lácteos. La leche común, modificada o cultivada y el yogur, todos semidescremados o totalmente descremados. Los quesos compactos magros con menos del 3% de grasas
Sustancias grasas. Los aceites y otras grasas de origen vegetal: frutas secas, semillas, palta, aceitunas. Si tienes hipertensión omite las aceitunas, por su alto contenido de sal.
Productos diet. Algunos alimentos cuya etiqueta dice “libre de azúcar”, “reducido en azúcar” o “sin azúcar agregada” contienen polioles (alcoholes de azúcar), como sorbitol y xilitol, que también son fuentes de glúcidos en un 50% y suministran calorías. Por lo general, los que tienen menos de 10 g de de polioles por porción no se contabilizan cuando se consumen hasta 3 porciones por día, pero sí cuando la ingesta es mayor. Tu nutricionista te indicará cuál es la cantidad permitida.
Consumo de alcohol
En el consumo moderado de alcohol se reconocen beneficios potenciales como la disminución del riesgo de padecer diabetes tipo II, enfermedades cardiovasculares y accidentes cerebrovasculares.
El consejo de los expertos dice que las bebidas alcohólicas deben considerarse como un adicional dentro del plan alimentario para los diabéticos, pero la ingesta diaria tiene que limitarse a 1 medida para las mujeres y 2 medidas para los hombres. Una medida equivale a 1 lata de cerveza, 1 copa de vino o 1 medida de destilados.
Si se ingiere una cantidad moderada de alcohol junto con las comidas, cualquiera sea el tipo de bebida, los niveles de glucemia no se elevan y se reduce el riesgo de hipoglucemia (disminución de la glucemia en menos de 70 mg%). El consumo leve o moderado de alcohol tampoco aumenta la presión arterial, pero si es habitual y excesivo la incrementa y eleva el riesgo cardiovascular.
En casos de enfermedades como pancreatitis, neuropatía avanzada, hipertrigliceridemia severa (elevadísima cantidad de triglicéridos en sangre) o alcoholismo no deben consumirse bebidas alcohólicas, como tampoco durante el embarazo.
Otros cuidados
ü El ejercicio físico y el cambio de hábitos alimentarios son decisivos para el éxito del tratamiento.
ü Ten cuidado con los alimentos carbograsos (empanadas, tartas, pizzas, galletitas, helados, papas fritas, productos de copetín, chocolate) y proteograsos (salchichas, chorizos, hamburguesas, milanesas fritas, fiambres grasos, quesos duros, quesos crema, achuras).
ü No existe evidencia científica del beneficio de la suplementación con vitaminas y minerales, salvo en el caso del ácido fólico y del calcio, para prevenir malformaciones fetales y enfermedades óseas, respectivamente. Los adultos mayores, las mujeres embarazadas o en período de lactancia, los vegan (vegetarianos estrictos) y las personas con restricciones calóricas importantes se pueden beneficiar con la suplementación multivitamínica.
ü No existe evidencia científica de los beneficios a largo plazo de los preparados con hierbas.
La diabetes II es una enfermedad metabólica. El descenso de peso contribuye a normalizar los valores alterados de la glucemia o nivel de azúcar en la sangre. Es muy importante que sigas un plan nutricional y practiques actividad física de acuerdo con las indicaciones específicas de tu médico y tu nutricionista.
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